SOBRE UN ENSAYO DE ALLAN KARDEC

 

 

 

 
 
 


MEDITACIONES ESENCIALES: 222
 
SOBRE UN ENSAYO DE ALLAN KARDEC
 
©Giuseppe Isgró C.
 
 
Denota, sin duda alguna, profunda percepción de la realidad sobre la reencarnación y sus leyes vinculantes,  el ensayo de Allan Kardec, signado con el N° 222, de El Libro de los Espíritus, -Obra cumbre del pensamiento universal-, que comentamos.
 
Quienes, ahora, lo leemos, vemos con naturalidad los distintos aspectos comentados por el maestro de Lyon, y forman parte de nuestro bagaje de conocimientos normales, ya que constituyen conceptos básicos y esenciales en el ámbito de la Doctrina Universal, hoy en día.
 
Es cierto, hoy en día. Pero, que ocurría en el tiempo en que se publicó El libro de los Espíritus, en 1857?
 
En esa época, Allan Kardec, con su magna obra, volvía a colocar en el tapete el tema de la Reencarnación y la Ley de compensación, entre otros principios, después de que, durante 1.600 años, ese movimiento nacido en el primer Concilio de Nicea, en la ciudad de Isnik, Turquía, en el año 325 de nuestra era, comenzara un proceso sistemático, a sangre y fuego, de tergiversación histórico-espiritual que culminó en el olvido, virtualmente total, del tema de la reencarnación, en la memoria colectiva del mundo occidental.
 
Es cierto que hubo pensadores que se ocuparon del tema de la reencarnación, como fue el caso de Marsilio Ficino, en el siglo XV, durante el  Renacimiento, quien les explicaba a sus discípulos que, al leer un ensayo de Plotino, tuviesen presente de que se trataba del mismo Espíritu de Platón, lo que indica que conocía la temática con precisión. Además, Ficino percibía que él mismo era una reencarnación del ilustre filósofo ateniense. La elevación de su obra, entre la que se cuenta su Teología Platónica, denota un nivel equivalente entre Platón, Plotino y Marsilio Ficino. Es decir, un hilo conductor se manifiesta en el pensamiento de los tres.
 
En el siglo XIX, el tema de la Reencarnación se reactiva con Allan Kardec, con la publicación de El Libro de los Espíritus, marcando una nueva era a partir de entonces: La del Espíritu.
 
También retoma la temática palingenésica  Madame Blavasky, en 1875, con la fundación de la Sociedad Teosófica, y el excelente grupo de ocultistas franceses. Hacia finales del siglo XIX, el Dr. Gerard Encausse, -Papus-, publica un excelente libro sobre Reencarnación, y el tema ya pasa a ser materia de estudio en el ámbito occidental.
 
En Oriente, siempre se mantuvo la continuidad en el estudio de la Reencarnación, desde la más remota antigüedad. Las Leyes de Manú, del siglo XXXVIII antes de nuestra era, hablan de Reencarnación y de la ley del karma; el Bagavad Gita, es una joya del pensamiento universal que aporta un conocimiento avanzado sobre ambas doctrinas y otros que les son inherentes. El hinduismo, el budismo, y otras corrientes de pensamientos, al igual que los más importantes pensadores de todos los tiempos, sustentan ideas claras y precisas al respecto.
 
Tomando en cuenta que Kardec se inicia en la investigación espirita en 1854, y que la publicación de El libro de los Espíritus se lleva a cabo el 18 de abril de 1857, es decir, tres años después, la labor que llevó a cabo este insigne humanista fue gigantesca, de por sí. Solamente la concepción de las preguntas que formuló a los Espíritus, el ordenamiento de las respuestas, las repreguntas, y los comentarios que en toda la obra va colocando, en donde su propia percepción tiene algo importante que aportar, demuestran un intenso trabajo y una preparación previa importante. Sin duda, el elevado nivel formativo en la cultura clásica y en las doctrinas orientalistas, le aportaban una visión trascendental que contribuyó a la universalidad de su pensamiento.
 
Este capítulo, que constituye un comentario de Allan Kardec, al anterior de El Libro de los Espíritus, sobre la Pluralidad de Existencias, indica que, en solo tres años de estudio, había desarrollado su pensamiento sobre la Reencarnación y todas las leyes que les son vinculantes, además de de una visión integral de la doctrina espirita. Su excelencia permite que, aún después de tanto tiempo, conserven plena vigencia.
 
Repetimos, hoy nos parecen ideas normales, pero, en su época, Kardec fue un pionero, y el primero que, en el siglo XIX retoma el hilo de continuidad, en la materia, en el mundo occidental, dando acceso al sol del porvenir, del progreso y de la sabiduría espiritual en un grado como nunca antes lo hubo, y pese al férreo esfuerzo de la tergiversación histórico espiritual nacida en Nicea.
 
Empieza la nueva era de luz ya imparable, a partir de entonces, y hoy, con las investigaciones científicas realizadas por las más importantes universidades del mundo, alcanzan, ya, a más de cinco mil los casos de reencarnación científicamente comprobados. Entre los eminentes exponentes descuellan las figuras de los Dres. Ian Stevenson y Hamendra Nath Banarjee.
 
Empero, se cuentan por millares los estudiosos de la Reencarnación y de las leyes que les son inherentes, que están transformando la conciencia de la humanidad a nivel global. Muchas instituciones vinculadas con la espiritualidad deberán, en corto tiempo, reformular sus doctrinas, so pena de desaparecer del escenario, por cuanto han dejado, ya, de representar la verdad universal.
 
La verdad universal se impone siempre; la luz evacua la oscuridad. El bien prevalece sobre el mal. El conocimiento emancipará al ser humano. Los temas vinculados con la Doctrina de la Reencarnación y la ley del karma, y otros principios inherentes, contribuirán a forjar esa humanidad con la conciencia elevada creadora de la nueva edad de oro en el planeta Tierra.
 
Hoy en día más del 80% de la humanidad cree en la supervivencia del Espíritu y en la Reencarnación. El resto, es cuestión de tiempo. De nada sirve cerrar los ojos frente a la realidad y tratar de opacar la luz del sol con un dedo.
 
Concluimos, dejando constancia de que, una de las obras más portentosas sobre el tema de la Reencarnación y sus valores intrínsicos, es la de la andaluza Amalia Domingo Soler, que lo estudia en las más amplias vertientes y variantes. Sus obras: Hechos que prueban…, Te perdono, y su extensa bibliografía, ofrecen al estudioso la más completa enciclopedia sobre la Reencarnación. En cada ensayo se plasma el genio inigualable de esta insigne y relevante exponente de la Doctrina Universal.

EL FALLECIMIENTO DE ALLAN KARDEC por LUC ET MARIE-FRANCE GRUNTZ LE JOURNAL SPIRITE N° 91 JANVIER 2013

ImagenTÚMULO DE ALLAN KARDEC, EN EL CEMENTERIO PÈRE LACHAISE DE PARÍS.

 

“Ha fallecido el Sr. Allan Kardec, se le entierra el viernes”
firmado por Emile Muller. La noche del 31 de marzo de
1869 los espíritas lioneses recibieron este lacónico telegrama,
llamado en la época “despacho”, firmado por este
amigo de Allan Kardec. Esta muerte, a la edad de sesenta
y cinco años, tan temprana, tan imprevista, fue una
sorpresa para todos sus amigos y parientes que quedaron
sumergidos en un doloroso estupor. El deceso, por
ruptura de aneurisma, ocurrió en su domicilio parisiense
del 59, pasaje Sainte-Anne entre las once y el mediodía,
cuando entregaba un ejemplar de la Revista Espírita a
un dependiente de librería que la acababa de adquirir.
Allan Kardec se desplomó sobre sí mismo sin pronunciar
una sola palabra, cuando estaba solo en su casa
ordenando papeles y libros para una próxima mudanza
a una casita en la avenida Ségur. Su portero, alertado
por los gritos del dependiente, lo levantó pero en vano.
Alexandre Delanne, que acudió a toda prisa, lo friccionó
y lo magnetizó, pero sin éxito, todo había terminado. Las
circunstancias precisas del fallecimiento fueron relatadas
por Emile Muller en una carta escrita la misma tarde del
31 de marzo. Pero recordemos por algunos instantes su
fragilidad cardiaca. Trabajador contumaz, Allan Kardec se
levantaba muy temprano en la mañana, hacia las 4:30 en
todas las estaciones, para responder el correo, preparar
sus discursos para las conferencias y recepciones, organizar
las sesiones de espiritismo del viernes… La fatiga se
había hecho presente desde hacía muchos años. Además,
desde 1868 se preparaba el proyecto de reorganización
de la Sociedad Espírita, que iba a ser reconstituida en
sociedad anónima sobre nuevas bases, para la explotación
de la librería, la Revista Espírita y sus libros. La puesta
en marcha de esta nueva sociedad se haría efectiva el 1 de
abril de 1869, en el 7 de la calle de Lille en París. A todo eso
se sumaban las cartas anónimas, los insultos, la denigración
sistemática, las traiciones; lo cual generaba heridas
incurables. Aunque preparado para vivir cien años, Allan
Kardec tenía un corazón de sensitivo; las injusticias, sobre
todo las de los espíritas charlatanes e inconsiderados le
habían horadado el corazón y lo habían debilitado. Fragilidad
confirmada, por otra parte, algún tiempo antes de
su muerte por un joven sonámbulo (traído por Alexandre
Delanne) que hacía diagnósticos notables. “¿Veis en mí un
órgano particularmente frágil?” La respuesta fue: “Sí señor,
el corazón”.
Los funerales
Allan Kardec fue sepultado dos días más tarde en el
cementerio Montmartre en medio de una enorme
multitud, entre mil y mil doscientas personas. Durante la
ceremonia civil, cuatro espíritas le rindieron homenaje en
discursos particularmente conmovedores. El primero en
expresarse fue el Sr. Lèvent, vicepresidente de la Sociedad
Espírita de París quien, en términos ajustados y verídicos,
hizo el elogio del maestro. Habló de su tacto, de su benevolencia,
de su lógica superior e inspirada, de su increíble
capacidad de trabajo, de sus preciosas obras convertidas
en clásicos y destinadas a una resonancia mundial.
Extractos: “¡Ah! Si, como a nosotros, os fuera dado ver en
esta masa de materiales acumulados en el gabinete de
trabajo de este infatigable pensador, si, con nosotros, hubierais
penetrado en el santuario de sus meditaciones, veríais
esos manuscritos, unos casi terminados, otros en ejecución
y finalmente otros apenas esbozados, esparcidos aquí y allá,
y que parecen decir: ¿dónde pues está trabajando nuestro
Maestro, siempre tan madrugador? ¡Ah! Más que nunca,
exclamaríais también, con acentos de disgusto tan amargos,
que casi serían impíos: ¿es preciso que Dios haya llamado
a Él al hombre que aún podía hacer tanto bien; a la inteligencia
tan llena de savia, en fin, al faro que nos ha sacado de
las tinieblas y nos ha hecho ver de otra manera este mundo
nuevo bien distintamente vasto, bien distintamente admirable
que el que inmortalizó al genio de Cristóbal Colón?
Este mundo, cuya descripción apenas había comenzado a
hacernos, y cuyas leyes fluídicas y espirituales presentíamos.
(…) Continuaremos pues tus labores, caro Maestro, bajo tu
efluvio benéfico e inspirador; recibe aquí la promesa formal.
Es la mejor muestra de cariño que podemos darte. En nombre
de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas, no te decimos
adiós, sino hasta luego, hasta pronto”. Camille Flammarion
sucedió al Sr. Levent. El joven astrónomo de veintisiete
años habló del Espiritismo y la Ciencia. Recordó la obra de
Allan Kardec, ese pensador laborioso y subrayó el sentido
común encarnado del fundador del espiritismo científico.
“Pues, señores, exclamó, el espiritismo no es una religión,
sino una ciencia, ciencia de la que apenas conocemos el abc.
El tiempo de los dogmas terminó. La naturaleza abarca el
universo, y Dios mismo, que antiguamente se hizo a imagen
del hombre, no puede ser considerado por la metafísica
moderna sino como un espíritu en la naturaleza. La inmortalidad
es la luz de la vida, como este sol resplandeciente es la
luz de la naturaleza”.
Luego tomó la palabra, Alexandre Delanne, en nombre de
los espíritas de los centros alejados. Habló de este pionero
emérito, a quien los espíritas del mundo entero han dirigido
un gracias, repetido mil veces.
El último fue Emile Muller quien se expresó en nombre de
la familia y de los amigos: “Hablo, en nombre de su viuda,
de la que fue su compañera fiel y feliz durante treinta y siete
años, de una felicidad sin nubes ni confusión, de la que
compartió sus creencias y sus trabajos, así como sus vicisitudes
y alegrías, que sola hoy, está orgullosa de la pureza de
las costumbres, absoluta honestidad y sublime desinterés de
su esposo”. Pero Kardec también había sido el sabio Rivail.
Recordó pues una parte de esa actividad, cuya extraordinaria
utilidad y eficacia en el campo de la instrucción
pública, fueron destacadas.
El cuerpo de Allan Kardec no permaneció sino un año
en la parte baja del cementerio Montmartre, destinada a
ser retomada por la municipalidad en busca de terrenos
para construir. Amélie Boudet se puso de acuerdo con
la Sociedad para adquirir un lugar en el Père Lachaise
y hacer edificar un monumento en forma de dolmen
macizo, recuerdo de su vida de druida. La nueva sepultura
fue terminada el 31 de marzo de 1870.
Todos los periódicos de la época reseñaron la muerte de
Allan Kardec y trataron de calcular sus consecuencias. Si
bien algunos añadieron bromas sin consistencia, muchos
otros hicieron justicia a la memoria del gran hombre. El
Sr. Pagès de Noyez le rindió un vibrante homenaje en el
Journal de Paris del 3 de abril de 1869. He aquí algunos
extractos:
“¿De qué sirve contar los detalles de la muerte? ¿Qué
importa la forma en que el instrumento se rompió, y
por qué dedicar una línea a esos restos entrados ya en el
inmenso movimiento de las moléculas? Allan Kardec ha
muerto justo a tiempo. Para él está cerrado el prólogo de
una religión vivaz que, irradiando cada día, pronto habrá
iluminado a la humanidad. Nadie mejor que Allan Kardec
podía llevar a buen término esta obra de propaganda, a la
que debió sacrificar largas vigilias que alimentan el espíritu,
la paciencia que a la larga enseña y la abnegación
que desafía la necedad del presente para no ver sino el
resplandor del porvenir. Con sus obras, Allan Kardec habrá
fundado el dogma presentido por las sociedades más antiguas.
Su nombre, estimado como el de un hombre de bien,
desde hace mucho tiempo es vulgarizado por los que creen
y por los que temen. Es difícil realizar el bien sin lesionar
los intereses establecidos. El Espiritismo destruye muchos
abusos; también realza muchas conciencias doloridas
proporcionándoles la convicción de la prueba y el consuelo
del porvenir”.
Manifestaciones post mortem
En la Revista Espírita de 1869, se mencionan seis comunicaciones
de Allan Kardec recibidas por los miembros de
la Sociedad reunida en el local de la calle Sainte-Anne,
después de sus funerales. La síntesis de estos contactos
fue el mensaje de la unidad, el mensaje del progreso,
también el mensaje de su eterna preocupación por
conservar una unión espírita de Francia coherente y
eficaz. Alentó a sus amigos por la vía del espiritismo y su
última palabra fue “Dios”.
Retomemos un extracto de un mensaje de Allan Kardec
recibido en nuestra Asociación en enero de 1990, y que
vuelve sobre ciertos elementos referentes a las circunstancias
de su fallecimiento y sus funerales, y que explica
también su entrada en el más allá:
“(…) Me entretenía en examinar algunas revistas espíritas,
a la sazón por aparecer el mes siguiente. (…) De repente,
sentí un dolor violento que invadía mi pecho. Entonces, me
desplomé inconsciente. Yo seguía cotejando las revistas
espíritas como si nada hubiera pasado, luego me sentí
cada vez más ligero hasta ver por fin mi envoltura carnal en
tierra, inanimada. Evocando aquel instante supremo, aún
vuelvo a ver a mi amigo Alexandre Delanne, tratando de
reanimarme con pases magnéticos transversales. En efecto,
Alexandre Delanne era un excelente magnetizador. Ante
el espectáculo de mi cuerpo inanimado sobre el suelo, me
asusté y tuve cierta angustia, la de la turbación evidente, la
turbación natural que cada uno conoce en el momento de
su desencarnación, luego, progresivamente me di cuenta
de que, a pesar de los esfuerzos de Alexandre, ya no sería
posible reintegrarme al cuerpo. Distinguí entonces muy
bien un cordón brillante que enlaza el plexo de mi envoltura
carnal con mi doble fluídico. Distinguía muy bien, a
nivel de esa energía luminosa, un agujero, una cortadura
que no dejaba ninguna duda sobre mi nuevo estado de
desencarnado. Entonces, abandoné el recinto elevándome
lentamente en el espacio, en aquel momento penetré en
un amplio túnel largo, dirigiéndome con seguridad hacia
los que me esperaban, hacia mis padres terrenales, hacia
mis amigos espíritas, hacia todos estos amigos que, por
la fuerza de su pensamiento, habían podido emitir en el
interior del túnel que conduce al mundo de los espíritus,
una música de Bach que lleva por título: Jesús, que mi
alegría permanezca. Al final de ese túnel, en el azul que se
me ofrecía, reconocí a mis padres desencarnados, reconocí
también a todos mis amigos espíritas desencarnados antes
de mí. Y luego un poco más lejos, vestidos con sus túnicas
blancas, mis amigos de antaño, los druidas de lo invisible,
antiguos druidas de Bretaña que acudían para recibirme. Y
luego, por encima de ellos, Zéphir mi guía que no cesaba de
repetirme: “Hermano mío, te vuelves libre y lo ves ya porque
antes lo sabías, todo continúa”. A pesar de esta extraordinaria
acogida, mi sentimiento del momento, siempre
estaba dirigido hacia la Tierra, hacia los que acababa de
dejar, sentimiento de humanidad, sentimiento natural.
Todos los espíritus del más allá comprendieron este sentimiento
y me pidieron que asistiera a mi propio entierro, lo
cual hice…”
Para concluir este artículo, tomaremos prestadas de
Pagès de Noyez algunas líneas extraídas de su homenaje
periodístico antes citado:
“Los espíritas lloran hoy al amigo que les deja, porque
nuestro entendimiento, demasiado material, por así
decirlo, no puede plegarse a la idea del tránsito; sino el
primer tributo pagado a la inferioridad de nuestro organismo,
el pensador levanta la cabeza, y hacia ese mundo
invisible que siente existir más allá de la tumba, tiende la
mano al amigo que no está más, convencido de que su
espíritu nos protege siempre.
El presidente de la Sociedad de París ha muerto, pero
el número de adeptos se acrecienta todos los días, y los
valientes que el respeto al maestro dejaba en segunda fila,
no dudarán en afirmarse por el bien de la gran causa.
Esta muerte, que la generalidad dejará pasar indiferente,
no deja de ser un gran acontecimiento para la humanidad.
Este ya no es el sepulcro de un hombre, es la piedra
tumularia que llena ese vacío inmenso que el materialismo
había cavado bajo nuestros pies, y sobre cual el Espiritismo
derrama las flores de la esperanza”.
Fuentes: Revista Espírita de 1869
Biografía de Allan Kardec por Henri Sausse – 1909
Allan Kardec: su vida, su obra – André Moreil – 1980
Allan Kardec y su época – Jean Prieur – 2004

HIPPOLYTE RIVAIL, EL PEDAGOGO POR V A L É R I E F A U V E L LE JOURNAL SPIRITE N° 91 JANVIER 2013

ImagenEL JOVEN LEON HYPPOLITE DENIZARD RIVAIL

El alumno de Pestalozzi (1804-1818)
Hijo de Jean-Baptiste Antoine Rivail, abogado, juez, y de
Jeanne Duhamel, su esposa, Hippolyte Léon Denizard
Rivail, nació el 3 de octubre de 1804. El futuro fundador
del espiritismo fue educado en la estricta atmósfera, tal
vez un poco severa, de esta vieja familia lionesa donde
el espíritu de justicia y honestidad le fue enseñado
como ejemplo por un padre íntegro. Hizo sus primeros
estudios en Lyon y completó luego su bagaje escolar en
Yverdun (tendría unos diez años), con el profesor Jean-
Henri Pestalozzi.
¿Por qué Yverdun, en Suiza? La relativa proximidad de
la escuela no lo explica todo. Ciertamente los acontecimientos
políticos y militares de los años 1814-1815 en
Francia, convencieron a los Rivail de enviar a su hijo hacia
un país más tranquilo, pues París estaba amenazada y
ocupada por los Aliados; y quizás también para escapar
de la educación reaccionaria. La reputación de ese establecimiento
escolar, convertido en la escuela modelo
para toda Europa y cuya experiencia se remontaba a una
decena de años, también ha podido ser decisiva.
Pestalozzi era el educador atento, a la vez severo y suave,
justo y caritativo. Allí Hippolyte aprendería el sentido de
la educación a la vez paterna y liberal.
Pestalozzi aplicaba los métodos del Emilio de Rousseau:
nada de estudios apremiantes, nada de amenazas ni
sanciones; la disciplina debía ceder lugar a la autodisciplina.
Las puertas de su instituto permanecían siempre
abiertas, sin guardián. Diez horas de curso por día, cada
lección de cincuenta minutos era seguida por un recreo.
El espíritu del niño debía desarrollarse con toda libertad.
Aprender debía ser un placer. Pestalozzi concedía una
gran importancia a la libre expresión, a la enseñanza de
la agricultura y de la industria manufacturera. Quería que
estos jóvenes ejercitaran sus manos, sus sentidos y su
mirada al mismo tiempo que su cerebro. Eso era enseñar
al niño el arte de aprender.
El acento educativo estaba puesto sobre la espontaneidad
natural del ser humano que era conveniente preservar
contra la corrupción social. Más tarde, Allan Kardec se
esforzaría a su vez, en sus libros referentes a los fenómenos
espíritas, en recurrir a la idea de naturaleza que excluía al
mismo tiempo lo sobrenatural y lo maravilloso.
La escuela de Pestalozzi abría sus puertas a alumnos del
mundo entero para una educación que enseñara al niño
el sentimiento de la igualdad humana, de la fraternidad y
la tolerancia por encima de las diferencias de idioma, civilización,
raza o creencia. Los problemas que experimentó
el joven Rivail al principio, católico en un país protestante,
lo llevaron pronto a amar la tolerancia. Esa larga permanencia
en un país protestante también tuvo la ventaja de
darle un buen conocimiento de la Biblia. En esa época,
en Francia, y aún a principios del siglo XX, se necesitaba
una autorización especial de su guía espiritual para poder
sumergirse en el Antiguo Testamento.
Pestalozzi dejaba a sus alumnos la libertad de elegir entre
el descanso y el trabajo, y entre las disciplinas. Muchas
veces, los huéspedes de Yverdun preferían no ir a acostarse
para seguir estudiando. Eso también dejaría huella
en el carácter del “obrero laborioso” que será Allan Kardec
que está en vela tarde por la noche para preparar sus artículos
para la Revista Espírita o para escribir sus innumerables
obras. Durante esos años de trabajo tesonero y sin
tregua, una sola vez se otorgará verdaderas vacaciones
para dirigirse a Suiza.
En 1824, (aún no tenía veinte años), escribió su primera
obra pedagógica Curso práctico y teórico de aritmética.
Resumía allí los seis principios básicos del sistema pestalozziano:
“1 – Cultivar el espíritu natural de observación de los
niños, llamando su atención acerca de los objetos de los
que están rodeados.
2 – Cultivar la inteligencia, siguiendo una marcha que
ponga al alumno en estado de descubrir las reglas por
sí mismo.
3 – Proceder siempre de lo conocido a lo desconocido, de
lo simple a lo compuesto.
4 – Evitar todo mecanicismo, haciéndole conocer el objetivo
y la razón de todo lo que hace.
5 – Hacer que se relacione meticulosamente con todas las
verdades. Este principio forma en cierta manera la base
material de este curso de aritmética.
6 – No confiar a la memoria que lo que haya sido captado
por la inteligencia”.
A este método, que guiará sus primeros pasos en la
actividad pedagógica, Rivail añadirá sus propias ideas
y, desde 1824, preferirá combinar el método Pestalozzi
con el método ordinario y hacer suceder la abstracción
a la intuición, paso que adaptará al estudio de los fenómenos
espíritas a partir de 1854.
Desde los 14 años, se convirtió en uno de los discípulos
más eminentes de Yverdun y en el colaborador inteligente
y adicto, que explicaba a sus camaradas menos
adelantados que él, las lecciones del maestro que
había comprendido. Cuando Pestalozzi era llamado
por los gobiernos para fundar institutos semejantes al
suyo, confiaba a Denizard el cuidado de reemplazarlo
en la dirección de su escuela. Encantado por la constancia
de su alumno en el trabajo, por su inteligencia y
su valor moral, Pestalozzi solicitó al joven Rivail que lo
sucediera a la cabeza de su Instituto, pero éste decidió
regresar a Francia.
El estudiante (1818-1824)
Sabemos muy pocas cosas sobre esta etapa de su vida.
¿Cuánto tiempo permaneció todavía en Yverdun? En
1818, tenía catorce años, la edad del límite escolar. En esa
época, un niño de quince o dieciséis años era bachiller.
Rivail obtuvo sus bachilleratos en letras y en ciencias.
Destacado lingüista, hablaba corrientemente el alemán
y el inglés; conocía también el holandés.
Volvió a Lyon donde, según el biógrafo Henri Sausse,
habría proseguido estudios de medicina y también
habría presentado una tesis, información que nunca
ha sido comprobada. Ese estudio no parece haberlo
entusiasmado, pues no hablará de él sino una sola vez a
propósito del magnetismo animal. Ahora bien, la facultad
de medicina no podía explicarle los extraños fenómenos
popularizados por Mesmer pues la Academia de París
había tomado partido contra el magnetismo animal.
Denizard Rivail era un muchachón, de modales distinguidos,
de humor alegre en la intimidad, bueno y servicial.
Se hizo eximir del servicio militar y dos años después,
en 1824, se vino a París para fundar en el 35 de la calle
de Sèvres, un establecimiento semejante al de Yverdun.
Para esta empresa, se había asociado con uno de sus tíos,
hermano de su madre, que era su proveedor de fondos.
A los veinte años, este amigo del hombre, este espíritu
altruista, demócrata hasta los tuétanos, quería ponerse
al servicio de los niños diciéndose que la instrucción
pública era la cosa más importante para un país. En
este período redactó varios libros de carácter didáctico,
planes, métodos y proyectos propuestos a diputados,
gobiernos y universidades, referentes a la eterna reforma
de la enseñanza francesa, en pocas palabras, su actividad
pedagógica ocupaba el lugar de su vida privada. En
efecto, nunca tendrá verdadera vida privada, pues como
pedagogo o fundador del espiritismo, fue hombre de
una vocación.
Su pedagogía condenaba los castigos corporales, lo
cual era una revolución para la época. El maestro, decía,
tiene un arte muy difícil, el de formar a un hombre. Es
un arte filosófico. Cuando se dirigía a “sus amigos” los
alumnos, les hacía el elogio de la instrucción diciendo:
“En otros tiempos, solamente la fuerza del brazo hacía la
ley, hoy, es la fuerza del espíritu”. Compadecía al que se
quedaba en la ignorancia y les pedía dar gracias a la
providencia por haberles hecho nacer en un siglo tan
esclarecido: “Instruyéndoos, trabajáis por vuestra propia
felicidad… ¡El que haya estudiado todas las ciencias
llegará a la verdad!” Para él, el acento estaba puesto en
la educación moral, la única que hace del niño un ciudadano
justo y un hombre caritativo.
En el mundo de las letras y de la enseñanza que frecuentaba
en París, Denizard Rivail conoció a la señorita Amélie
Boudet con quien se casó (ver el artículo: Amélie Boudet
o la mujer en la sombra).
El socio de Rivail tenía pasión por el juego; arruinó a su
sobrino que pidió la liquidación del Instituto. Le devolvieron
45.000 francos que fueron depositados por los
Rivail en casa de uno de sus amigos íntimos, negociante,
que hizo malas inversiones y cuya quiebra no les dejó
nada. Lejos de desanimarse por ese doble revés, Rivail se
puso valerosamente a trabajar y consiguió tres empleos
de teneduría. Al terminar su jornada, trabajaba por la
noche en sus tratados pedagógicos. Traducía obras
inglesas y alemanas y preparaba todos los cursos de
Levy-Alvarès estudiados por alumnos de ambos sexos en
el suburbio de Saint-Germain. Organizaba también en su
casa, calle de Sèvres, cursos gratuitos de química, física,
astronomía y anatomía comparada, muy solicitados
entre 1835 y 1840.
Escribió una veintena de libros escolares y educativos
entre ellos dos informes (entre 1828 y 1831), donde sus
ideas innovadoras lo harían aparecer como un precursor
de Jules Ferry. En 1828, realizó su Plan propuesto para la
mejora de la instrucción pública que fue sometido al Parlamento,
y cuyas proposiciones eran las siguientes:
“- La educación es una ciencia muy caracterizada “que
uno debería estudiar para ser maestro, como estudia la
medicina para ser médico”.
– Si se encuentran tan pocas personas que enseñan bajo
su verdadero punto de vista, se debe a la ausencia de
estudios especiales sobre ese tema.
– El retardo de la educación debe ser atribuido a que pocas
personas son capaces de apreciar su verdadero objetivo,
lo que ella es, lo que podría ser y, por consiguiente,
lo que habría que hacer para mejorarla. La educación
está actualmente en el estado en que se encontraba la
química hace un siglo. Es una ciencia que aún no está
constituida y cuyas bases todavía son inciertas”.
Propuso la creación de una escuela teórica y práctica
de pedagogía, semejante a las escuelas de derecho y
de medicina. Los estudios durarían tres años: el primero
dedicado a la teoría, el segundo a teoría y práctica y el
último únicamente a la práctica.
Lo que hizo en 1828 por la ciencia educativa, lo continuaría,
treinta años más tarde, por la ciencia espírita.
Entre Rivail el educador y Allan Kardec, no habrá ninguna
diferencia ni de método ni de rigor.
En un Informe de 1831 que publica a sus expensas, establece
en veintiséis puntos sus observaciones y propuestas
sobre el sistema general de instrucción pública. Nada fue
olvidado: ni el número de alumnos para cada institución,
ni la edad para ser bachiller o licenciado, ni el salario del
maestro, etc. por ello será recompensado con un premio
de la Real Academia de Arras.
Escribió las siguientes obras:
– En 1831: Gramática francesa clásica
– Gramática normal de los exámenes, o soluciones razonadas
de todas las preguntas sobre gramática francesa,
propuestas en los exámenes de la Sorbona, del Ayuntamiento
de París y de todas las academias de Francia
– Curso de cálculo mental, según el método de Pestalozzi
Allan Kardec
– Tratado de aritmética (3.000 ejercicios y problemas
progresivos), el único que contiene el método adoptado
en el comercio y la banca para el cálculo de los intereses
– Cuestionario gramatical, literario y filosófico, con
Lévy-Alvarès
– Manual de los exámenes para los diplomas de capacidad
(1846): soluciones razonadas de las preguntas y
problemas de aritmética y de geometría usual
– En 1847: Proyecto de Reforma referente a los exámenes
y las casas de estudio de las personas jóvenes, según
una propuesta con respecto a la adopción de las obras
clásicas por la universidad respecto al nuevo proyecto de
ley sobre la enseñanza.
– En 1848: El catecismo gramatical de la lengua francesa
– “La claridad y la sencillez son los principales méritos
de una obra destinada a los principiantes… La claridad
resulta de la brevedad misma con la que son formulados
y presentados los principios, en cierta forma independientes
unos de otros, lo cual permite al alumno
comprenderlos y retenerlos con menos dificultad”.
– En 1849, retomará sus cursos de fisiología, astronomía,
química y física en el Lycée Polymathique y
editará Dictados normales de los exámenes del Ayuntamiento
y de la Sorbona y Dictados especiales sobre las
dificultades ortográficas.
Estas obras, claras y atractivas, recibirán premios académicos
y serán adoptadas por la Universidad de Francia,
lo que coronará de alguna manera una actividad de
un cuarto de siglo al servicio de la instrucción pública.
Se venderán y Rivail podrá constituirse una modesta
holgura. Su nombre será conocido y respetado, y sus
trabajos justamente apreciados. Será condecorado con
laureles académicos, honrado con adhesiones personales
del ministro de Instrucción Pública, promovido
miembro de la Real Academia de Ciencias de Arras, del
Instituto histórico, de la Sociedad de Ciencias naturales
de Francia, etc.
El hombre universal (1848-1854)
Si bien Rivail trabajó por la educación de los niños de
su país, se consideraba a sí mismo como un hombre sin
patria ni ataduras particulares. Las ciencias y el estudio
de las humanidades le enseñaron que “el hombre, para
ser verdaderamente libre, debe tomar conciencia de su
universalidad. El espíritu de tolerancia, de caridad, debe
ser más fuerte que el de clan, secta o Iglesia, de grupo limitado
en el tiempo y el espacio”. Entre todas las doctrinas
o sistemas de educación universalista que precedieron al
espiritismo, Rivail encontró afinidades con la francmasonería
definida así en el Larousse del siglo XIX: “Tiene como
objetivo el mejoramiento moral y material del hombre, y
por principios la ley del progreso de la humanidad, las
ideas filosóficas de tolerancia, fraternidad, igualdad y
libertad, abstracción hecha de la fe religiosa o política,
de nacionalidades y diferencias sociales”. El espiritismo
moral y social no dirá otra cosa. En cuanto a los principios
filosóficos, serán los mismos: la existencia de Dios, la
inmortalidad del alma y la solidaridad humana.
En cambio, Allan Kardec renunciará a todo lo que sea
formalismo, en consecuencia, al aspecto litúrgico
de la iniciación masónica: “La iniciación no es una
marcha hacia la verdad, con los ojos vendados, como
en la francmasonería, sino por el contrario, con los ojos
abiertos ante el hecho indudable de la manifestación
de los Espíritus”.
Finalmente, es preciso mencionar una última experiencia
que, probablemente, data de esta época, la de
director del teatro de las Folies-Marigny. Se supone que
si Rivail tuvo la dirección del teatro, eso debió ocurrir
entre 1852 y 1853.
Hacia 1823, tenía a lo sumo diecinueve años, cuando se
ocupó de los fenómenos de magnetismo, se interesó
en Mesmer. Estudió las fases del sonambulismo cuyos
turbadores misterios eran del mayor interés para él.
Uno de sus amigos, el librero-editor Maurice Lachâtre, le
habló de palingenesia: nombre que se daba entonces a
la reencarnación, palabra que sólo aparecería en 1875.
Fue en 1854 cuando por primera vez escuchó hablar de
las mesas giratorias…
Fuentes: Biografía de Allan Kardec por Henri Sausse – 1909
Allan Kardec: su vida, su obra – André Moreil – 1980
Allan Kardec y su época – Jean Prieur – 2004

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Capítulo V – De la Ética y de la Moral

1.Consideraciones Generales

DOCTRINA KARDECISTA (en adelante D.K.) – Considerando la vida corpórea como el inicio de la existencia del alma y la muerte como el lugar de enjuiciamiento y definición última del futuro del alma, profetas y legisladores crearon leyes morales para regular el comportamiento personal y colectivo. Era todavía una consecuencia de la visión sensorial de la vida.

“Para la sociedad occidental, esa visión vino de la biblia o del antiguo testamento. La biblia relata, sobre todo, la perplejidad del pueblo judío ante los problemas de la vida de relación. Los profetas desenvolvieron una visión extremadamente dura de la relación entre el Criador y la criatura.

COMENTARIO DE FLAMA ESPIRITA (en adelante F.E.) – Es cierto que los profetas y los legisladores hebreos, como el mismo Moisés, propusieron unas leyes muy duras para el conjunto de su pueblo. Probablemente pueda explicarse por la necesidad de influir en un pueblo todavía muy ignorante y rudo. Espor ello que, posiblemente, vincularon sus normas a la divinidad, presentándolas como decretos de la misma para que fuesen más efectivas y menos discutidas.

D.K. – La existencia, en la visión bíblica, es un choque interminable entre las personas y la divinidad. El poder divino se muestra en el castigo. Jehová es retratado como el dios vengador, parcial y exclusivo del pueblo, cuyo poder en relación a los otros dioses fue varias veces probado, como también, varias veces, la ira de él se abatió sin piedad, transformando la mujer de Lot en estatua de sal o en la matanza general que aconteció en el diluvio.

F.E. –Se tenía una visión de la divinidad muy “física”, muy “humana”; es decir, muy antropomórfica. Esa divinidad poseía no sólo virtudes, sino también muchos de los defectos de la humanidad. Nada que ver con la noción de Dios que nos ofrecen Jesús de Nazaret, primero, y Allan Kardec[1], después.

D.K. – Las Iglesias tuvieron dificultades para comprender la naturaleza de los seres humanos y por eso los consideraron a priori, pecadores. Asumieron la vida corpórea como un yugo que había que soportar. Así, pues, la salvación está más allá de la muerte.

“En el cristianismo, la base moral reposa, esencial y teóricamente, en la prédica de Jesús de Nazaret y, por eso, algunos principios son extremadamente compasivos aunque no sean ostensiblemente practicados por la mayoría.

“Aunque Allan Kardec creyese que el cristianismo había creado una nueva versión de Dios a través del trabajo de Jesús, la verdad es que el dios cristiano es tan vengativo como el dios judío. Si el Nazareno trajo la noción de la paternidad amorosa, su misericordia y solidaridad, la realidad del concepto de justicia en la expresión cristiana, continuó intrínsecamente implacable.

F.E. –Ciertamente éste es uno de los motivos por los que el Espiritismo debe desmarcarse del concepto de “religión cristiana”; concepto que no  le conviene  en  absoluto,  ya que está lejos de las más puras nociones kardecistas[2]. El Espiritismo estaría más unido a un concepto inexistente que podríamos denominar como “jesusianismo”; es decir, con la trayectoria ejemplar de Jesús de Nazaret[3]. Evidentemente el Espiritismo notendría el más mínimo problema con la moral “jesusianista”, cosa que no ocurre con la moral religiosa cristiana.

D.K. – Debido a las premisas filosóficas sobre el pecado y la salvación, la sociedad cristiana estuvo siempre bajo el tacón del pecado, de la tristeza y del dolor. La Iglesia llegó hasta condenar la sonrisa, el placer, eligiendo el sufrimiento y la renuncia como patrones sublimados; las músicas sacras son lamentos, la santidad es otorgada a quien sufrió.

F.E. –A diferencia de ello, el Espiritismo es una noción esencialmente optimista y encarada hacia la consecución de una felicidad lo más plena posible, sin que ello deba disimular o esconder las dificultades del camino.

D.K. – El gran personaje de la trama de la caída y de la culpa es el demonio, con su capacidad infinita de seducir y apartar del camino. Larga es la puerta de la perdición.

F.E. –No deja de sorprender que, a estas alturas del siglo XXI, aún se hable del tema del diablo como figura contrapuesta a Dios y siendo, evidentemente, también él una creación de Dios. Es extraño que las religiones cristianas no hayan sido más sagaces a la hora de erradicar ese concepto tan incómodo para su Dios. Larga es la puerta de la perdición, para las religiones cristianas, y largo es el camino del progreso para el Espiritismo.

D.K. – El ser humano es el blanco de esa visión que lo condena aquí y después. Pocos son los que se salvan, pocos los escogidos.

“Este modelo descarta totalmente la premisa de la vida humana girando en torno de la culpa y del castigo.

“En la visión evolucionista no existe lugar para el retroceso, ni para la perdición, sólo lo hay para el éxito y la ascensión.

“El universo se equilibra en una relación de reciprocidad, adecuada a cada etapa en el proceso de desenvolvimiento del Principio Inteligente.

F.E. –Evidentemente el Espiritismo es un modelo mucho más eficiente en cuanto al delineamiento del futuro del Espíritu. No hay condenas, sólo hay oportunidades de progreso. No hay nadie “perdido”, todos estamos salvados por la bondad divina. No hay retrocesos, hay descansos momentáneos (estancamientos a veces) para tomar impulso hacia nuevos retos.

D.K. – La Ley divina o natural, no se ocupa de juzgar o condenar. O sea, la Ley Natural no es una ley moral. Ella controla la vida universal, estableciendo una directriz positiva que sobrevive y se impone en el aparente caos y en los límites del libre albedrío…

F.E. –La Ley natural -podemos leer en “El Libro de los Espíritus”, apartado 614- es la ley de Dios y la única verdadera para la dicha del hombre. Le indica lo que debe hacer o dejar de hacer, y es desgraciado, porque de ella se separa.” O sea que, directamente o indirectamente, sí que se relaciona con lo moral ya que si obramos correctamente -de una manera moralmente adecuada- nos acercaremos a la felicidad; pero, si obramos incorrectamente -o sea, de una manera moralmente inadecuada- persistiremos en la ignorancia y la dificultad.

D.K. – El libre albedrío, esa libertad esencial, podría llevar a la anarquía incontrolable, si no estuviesen grabados en la consciencia los parámetros de la Ley, construidos en el conflicto existencial. La ética y la moral son estadios creados a partir de la racionalidad.

F.E. –También Kardec se refiere a esa “grabación” de los aspectos esenciales de la Ley en nuestra conciencia[4]. Así en el apartado 621 de “El Libro de los Espíritus”, podemos leer:

“¿Dónde está escrita la ley de Dios?

“En la conciencia

“Puesto que el hombre lleva en la conciencia la ley de Dios, ¿qué necesidad tenía de revelársela[5]?

“La había olvidado y desconocido, y Dios quiso que le fuese recordada.”

¿Cómo hemos de entender esa afirmación de que los parámetros de la Ley están “grabados” en nuestra conciencia, o en nuestra consciencia (como nos dicen tanto el Dr. Regis como Kardec) y de que podemos “olvidarlos” (como leemos en la respuesta de los Espíritus a Kardec)?

Fijémonos en el detalle inserto en el párrafo que estamos estudiando: el Dr. Regis nos dice que los parámetros de la Ley están “construidos en el conflicto existencial”. Es decir, que esos principios de la Ley se van generando a medida que vamos aprendiendo a través de la resolución de conflictos. En el apartado 2 de este presente capítulo encontraremos de nuevo estos conceptos.

También puede ayudarnos a la comprensión de este tema el comentario de Léon Denis en el cap. XII de su obra “Después de la muerte” (como ya habíamos mencionado en el comentario del cap. II-1 de este opúsculo):

El alma es un mundo, un mundo en el que se mezclan aún las sombras y los rayos de luz y cuyo estudio atento nos hace ir de sorpresa en sorpresa. En sus pliegues, todos los poderes están en germen, esperando la hora de la fecundación para abrirse en chorros de luz. A medida que se purifica, aumentan sus percepciones”.

Es decir, no haría falta considerar esa grabación de los principios de la Ley, ya que todo, absolutamente todo, se adquiere por la vía del progreso, por el camino del ensayo y del error, por el camino del error y de su rectificación, esperando que esas potencialidades que están en germen vayan desenvolviéndose. En “El Libro de los Espíritus, apartado 631, queda también perfectamente clarificado:

“¿El hombre tiene por sí mismo medios de distinguir lo que es bueno de lo que es malo?

“Sí, cuando cree en Dios y quiere saberlo. Dios le ha dado la inteligencia para discernir lo uno de lo otro.”

O sea, que es la inteligencia lo que nos hace avanzar, la que nos permite diferenciar lo que está bien de lo que no lo está. Por lo tanto, al menos teóricamente, no se necesitaría ese registro previo en nuestra conciencia de los parámetros de la Ley (como parecería desprenderse de la lectura de L.E. 621), sino que lo que es necesario tener es inteligencia para discernir lo correcto de lo incorrecto.

En cuanto al tema del “olvido” de esos parámetros, pensamos que no existe como tal ya que no podemos olvidar aquello que no sabemos, porque si lo supiéramos de verdad, si realmente estuvieran grabados en nuestra conciencia por la acción del progreso intelectivo, de ninguna manera podríamos olvidarlos. Lo que hacemos realmente es aprender a través de todos los medios a nuestro alcance, y, ciertamente, la enseñanza de los Espíritus es uno de esos medios.

D.K. – La ley de causa y efecto o de acción y reacción, instrumento básico en el balanceo de las energías y las fuerzas, no es, como a veces se piensa, una ley represora, punitiva, sino más bien la ley básica del equilibrio, y el equilibrio es la felicidad o la condición de satisfacción y compensación del ser.

“La infelicidad es la quiebra del equilibrio con la creación de estados de desconsuelo y desintegración mental.

“El interés de la preservación, o instinto de conservación, que se instala en el ser desde el inicio y la necesidad que le es inherente de participar de relaciones compensatorias con sus semejantes, son las fuerzas propulsoras que lo mueven para la búsqueda de la armonía. El proceso evolutivo del ser inteligente es inestable por cuanto se adiestra en el nivel de imperfección natural en constante mutación generando desequilibrio. Esos parámetros intrínsecos reposan en la reciprocidad de la ley de causa y efecto. Acción y reacción constituyen el camino, a veces doloroso, de la búsqueda del equilibrio, sea internamente, sea en la relación con el otro, con el ambiente.

F.E. –La ley de causa y efecto, o de acción y reacción, es una ley de justicia distributiva: a cada cual según sus obras. Muy acertado está el Dr. Regis cuando señala que esta ley no es punitiva, sino que es una ley compensatoria, una ley de reequilibrio. Es la gran ley del progreso, tanto individual como colectivo

D.K. – En la trayectoria evolutiva del ser espiritual, los factores externos provocan repercusiones que movilizan sus potencialidades, reestructurando niveles mentales y motivaciones. Esas confrontaciones causan dolor y sufrimientos que producen situaciones penosas e insatisfactorias.

F.E. –“Situaciones penosas e insatisfactorias” que, a la postre, son uno de los más poderosos motores de progreso. Para desembarazarnos de las consecuencias penosas e insatisfactorias no nos queda más remedio que trabajar positivamente en su superación. Eso es progresar.

2.La ética

D.K. – El flujo organizador y directivo de la Ley está “inscrito en la consciencia”, esto es, en la formación de la estructura del cuerpo mental[6]. ¿Qué significa eso?

“La Ley no es un discurso. Es el conjunto de factores que actúan siempre procurando la manutención del equilibrio.

“Esos mecanismos de autorespuesta, definen en la estructura del cuerpo mental del principio inteligente, la noción básica de lo que es correcto o errado. Ellos limitan o responden a las estimulaciones comportamentales o meramente reactivas del ser en la trayectoria evolutiva. Debido a la actuación automática de esas fuerzas, el Principio Inteligente es compelido a establecer esos parámetros no como forma consciente, sino como ocurrencia real en si misma, de los límites de la ley de acción y reacción.

“En la estructura de la Ley Natural están establecidos los limites que el Principio Inteligente conocerá en los conflictos de la experiencia que definen las repercusiones, la reciprocidad natural entre acción y reacción, en los campos de las relaciones se sobrevivencia. Después, en el desencadenamiento de las mutaciones, él sufrirá las consecuencias del choque de la convivencia e inscribirá en su mente, en su cuerpo mental perenne, los rigores de las respuestas…

“La “inscripción en la consciencia” de los valores de la Ley se da en la propia vivencia de los conflictos y por el deseo de preservación del ser y constituye, con el tiempo, los fundamentos de la ética, considerada como el factor que establece el enjuiciamiento de los factores para la persistencia del ser.

F.E. –Acompañando atentamente la secuencia de estos últimos párrafos, se llega a la conclusión enunciada en el último de ellos: “La “inscripción en la consciencia” de los valores de la Ley se da en la propia vivencia de los conflictos”. Es decir que es la vivencia de los conflictos la que finalmente propiciará esa inscripción, esa grabación, de los parámetros de la Ley Natural tanto en nuestra conciencia (como elementos normativos de nuestros actos, como principios éticos), como en nuestra consciencia (asunción lúcida, asunción consciente de la realidad y de la importancia de estos principios éticos en nuestra vida). Por lo tanto podemos reafirmarnos en que la grabación de los Parámetros de la Ley, devendría de forma natural como consecuencia de nuestro progreso.

D.K. – La ley de causa y efecto es el principio fundamental de balanceo y reajuste constante de la ruta recorrida por el ser en el camino evolutivo. Ese juego permite la construcción y reconstrucción del equilibrio interno.

F.E. – Realmente, la ley de causa y efecto no es únicamente -tal y como ya afirmaba más arriba el Dr. Regis- una ley punitiva, sino que es una ley de “reajuste constante de la ruta”, tal y como enuncia el autor. También tiene un componente expiatorio -inherente a esa acción de reequilibrio-, el cual de una manera automática, pero razonable, nos impele a recibir -de forma voluntaria o involuntaria, de manera consciente o inconsciente- las consecuencias inevitables de nuestros actos equivocados. Y decíamos que se trata de una ley que actúa de una forma razonable -lo cual no podría ser de otra manera, al tratarse de la acción de la Ley divina o natural-, en el sentido de que no se nos propondrá dicha expiación, y la compensación material y moral subsiguiente, hasta que en nuestro “haber[7]”  haya el suficiente contenido como para poder enfrentar con las mínimas garantías de éxito el saldo de nuestro “debe”.

D.K. – “La consecuencia será la estructuración de los valores que después serán los que formarán la “ética”, o sea, la definición básica de lo correcto y errado, del bien y del mal.

F.E. – Es formidable la manera como, de una forma tan bien secuenciada y plena de lógica, el Dr. Regis nos conduce a la aceptación de que la noción de lo que denominamos ética se va delineando y consolidando en el espíritu de una manera  inevitable, como consecuencia de nuestras acciones. Ello es un argumento más en contra de aquellos que piensan que el Espiritismo nos ha venido a “religar” con Dios, como si en algún momento hubiéramos tenido una completa comprensión de la divinidad y, por una “falta” nos hubiéramos desviado de esa presumida unión. Todo ello no es así. No somos “ángeles caídos”, sino que somos espíritus en constante evolución, evolución que nos conduce, consecuentemente, a obtener una mayor comprensión de Dios, de la Ley Natural y de la Ética.

3.La moral

DOCTRINA KARDECISTA (en adelante D.K.) – En el nivel animal, el principio inteligente es compelido a luchar por la sobrevivencia; enfrenta la muerte, el miedo; desenvuelve la sagacidad, el oportunismo. Aprende las lecciones básicas de la convivencia grupal, una especie de solidaridad. Ahí, no existe el elemento moral. O sea, un depredador al atacar a su víctima no expide un juicio moral, puesto que al destruir a su presa satisfaciendo su necesidad él no siente culpa.

COMENTARIO DE FLAMA ESPIRITA (en adelante F.E.)Además, cuando el depredador ataca a su presa no es sólo que no sienta culpa, es que, además, no tiene culpa alguna. Los animales no tienen libre albedrío, por lo tanto no tienen ningún tipo de responsabilidad de sus actos[8]. Sin embargo, los animales sufren y no siendo, no pudiendo ser de ninguna manera un sufrimiento derivado de actuaciones negativas del pasado, dicho sufrimiento nos plantea la paradoja de un dolor inmerecido y, aparentemente, inútil para los seres del mundo animal. A pesar de ello, con toda seguridad, ese sufrimiento ha de devenir en un progreso para ellos, probablemente en: el aprendizaje y la automatización de los procesos biológicos, en la aparición y consolidación de los instintos, y en la aparición y cristalización de las emociones y de los sentimientos.

D.K. – En el período humano, la ética y la moral se expresan, inicialmente, con el surgimiento de los tabúes, de los miedos delante de los factores naturales, en los misterios del nacimiento y de la muerte, y la invocación a fuerzas sobrenaturales a los fines de la preservación personal y grupal.

F.E. –Transitamos desde el miedo, que nos acompaña en todo el proceso como emoción básica facilitadora del progreso, hasta la comprensión, cada vez más profunda, de nuestro papel en el escenario evolutivo. Venimos (desde antiguo y hasta tiempos muy recientes) desde lo maravilloso y  lo sobrenatural hacia una fe razonada, que nos conduce a una convicción firme de la permanente evolución del Espíritu.

D.K. – Así como las fuerzas del universo energético siguen un curso aparentemente al acaso, pero permanecen dentro del flujo orientador de la Ley, el ser inteligente también parece seguir una forma anárquica, sin limitaciones. Mientras tanto, a través de los mecanismos de la Ley instalados por la experiencia en la mente del Espíritu, el equilibrio se hace invariable, pero no inmediato.

En la dinámica del proceso, el acaso, es decir, aquello que dentro de la visión sensorial sugiere el caos, en verdad se mueve hacia la búsqueda del equilibrio. La cuestión, en esa visión sensorial, se complica por la variable del tiempo, cronológico o sensible.

F.E. – Si revisamos las definiciones de la palabra caos, encontramos las siguientes acepciones[9] (los resaltados son nuestros):

1. Estado amorfo e indefinido que se supone anterior a la ordenación del cosmos.

2. Confusión, desorden.

3. Fis. y Mat. Comportamiento aparentemente errático e impredecible de algunos sistemas dinámicos, aunque su formulación matemática sea en principio determinista.

Desde una perspectiva evolucionista el caos, como confusión y desorden permanentes, no existe realmente. Todo tiende hacia un determinismo; es decir, hacia un fin determinado por las condiciones iniciales del proceso. En Espiritismo no hay ni caos, ni fatalidad; sino que todo obedece a un determinismo que, partiendo de unas situaciones de inicio[10], va modulándose con los subsiguientes pasos, hasta desembocar en un fin inevitable, que es el aprendizaje, que es el progreso.

En cuanto a la complicación del tiempo “cronológico o sensible”, evidentemente es éste un factor, una variable,  de gran importancia. No sabríamos decir -por la sucinta exposición del autor- que entendía él por “tiempo sensible”. Podríamos suponer que tal vez se refería a la sensación del paso del tiempo en el plano extra-físico. A través de las comunicaciones de los Espíritus, especialmente de los Espíritus sencillos, normales[11], nos apercibimos que su manera de “sentir” el paso del tiempo es muy diferente a la nuestra; es como sí no “notaran” como nosotros el fluir del tiempo. Ello es más acusado todavía en las comunicaciones de Espíritus desorientados y turbados; para bastantes de ellos los decenios, los siglos, parecen discurrir a un ritmo distorsionado; así, pues, en ocasiones al interrogar a algunos Espíritus, desencarnados hace muchos decenios, éstos no parecen ser conscientes de que ha transcurrido ese largo lapso de tiempo, aunque, también es verdad que otros muchos de ellos viven la sensación contraria; es decir, del transcurrir del tiempo con gran lentitud, como si sus penas y dificultades debieran ser eternas. Ciertamente esa diferente manera de vivir el paso del tiempo, puede producir situaciones de incomprensión entre ambos planos de vida.

D.K. – La culpa será desarrollada en el nivel hominal. Disponiendo de la capacidad de analizar, comparar y decidir, la persona ejercerá o sufrirá la acción recíproca del acto y de la respuesta. Pero, sobre todo, descubrirá al otro. Es en ese descubrimiento y en esa relación conflictiva y al mismo tiempo esencial que ella desenvuelve el sentido moral, discrimina entre lo correcto y lo errado, entre el bien y el mal, que, por eso mismo, son relativos al grado evolutivo.

F.E. – La culpa es una de nuestras más fieles y fecundas compañeras, a lo largo del camino evolutivo. En la resolución de conflictos, en la asunción de las culpas reales, en la lucha con las culpas imaginarias,… se fundamenta una buena parte de nuestro crecimiento.

D.K. – Esa moral es establecida por la autoridad, dentro de patrones creados por las necesidades de mantener un equilibrio relativo en las relaciones humanas, dentro del círculo en que se desenvuelven y también para garantizar el poder.

“Ahí nacen las nociones sobre el poder sobrenatural, la delegación de poderes a misioneros y profetas, que actuando como legisladores establecen las nociones de la culpa y del castigo.

“Aunque esos sean elementos históricamente encontrados en las civilizaciones de todos los tiempos, constituyen una moral relativamente mutable, adaptable.

F.E. – Muy ilustrativa es, a este respecto, la relación que Kardec realiza en su artículo “Las Aristocracias[12], sobre las diferentes fases por las que pasa el ejercicio del poder: desde las sociedades patriarcales hasta el futuro ejercicio de la autoridad por parte de la aristocracia intelecto-moral[13], aquella que aunará los beneficios de la mejor intelectualidad con la más acrisolada moral. A lo largo de la historia de la humanidad, ciertamente la noción de moralidad se adapta a las condiciones comprensivas mostradas por la población del momento.

D.K. – No se puede confundir la reciprocidad de la ley de causa y efecto, con la polarización entre culpa y castigo, que en una serie infinita limitaría drásticamente el desenvolvimiento del ser inteligente, perdido en la circularidad permanente.

“Solamente esa perspectiva podrá disolver la aparente contradicción entre el libre arbitrio, como instrumento de expansión y evolución del ser inteligente y la Ley. Esto es, no existen límites morales en la Ley. Los límites no están fuera, sino más bien delineados y funcionan inevitablemente dentro del universo personal, en los mecanismos de los condicionamientos y choque de valores como el miedo, el poder y todos los demás procesos de vivencia y conflicto que el Espíritu enfrenta.

F.E. – Excelente exposición sintética, por parte del Dr. Regis, sobre la imprescindible diferenciación de los dos binomios: culpa-castigo y causa-efecto.

La culpa y el castigo son la expresión de sociedades represoras, que manifiestan su control sobre las masas a través de la potenciación de esos dos elementos. Elementos que, como bien matiza el autor, acabarían por maniatar el desenvolvimiento de las personas. Sin embargo, la causa y el efecto no tienen, no deberían tener, esas connotaciones: el efecto no es un castigo; el efecto es una consecuencia natural de los hechos acaecidos. En cuanto a la causa, ésta puede ser, en múltiples ocasiones, hija de la ignorancia que no de la malevolencia. El contraste entre ambos binomios es claro. Cuando la humanidad adapte sus leyes y normas de convivencia a la acción del segundo de ellos (causa-efecto), la preponderancia de los sentimientos culpables y de los efectos sólo represores del castigo desparecerán por completo, y las personas cambiaremos la represión de la culpa por la comprensión de la relatividad evolutiva de cada cual y la aceptación inevitable de las consecuencias de nuestros actos.

4.Culpa y pecado

D.K. – Es preciso separar el entendimiento sobre la cuestión de la culpa que se produce como consecuencia de las desviaciones morales de la institución del pecado.

“De modo general las iglesias fundamentaron la moral como una acción directa de la divinidad, dentro de escalas diferentes. Introdujeron el pecado como acto de transgresión de la ley divina, y, por lo tanto, sujeto al juicio y al castigo, también divinos.

F.E. – Este ha sido el “quid” de la cuestión. Al asimilar el pecado como siendo una ofensa a la Divinidad, la culpa, y especialmente el castigo, quedaban dominados por el contexto religioso imperante en cada época y región. Por lo tanto, el acompañante natural de esa situación era el miedo cerval, ya que se había ofendido a Dios. En cambio, transformado el “pecado” en responsabilidad -por parte del Espiritismo-, el miedo pasa a convertirse en la aceptación de la consecuencia negativa derivada de la responsabilidad. Al no haber ninguna “ofensa a Dios”, la situación revierte en un esfuerzo, tan grande como sea necesario -al alcance de todo el mundo, con determinación y voluntad- por enmendar esos yerros del pasado.

D.K. – “El pecado original justifica el enjuiciamiento a priori de la naturaleza moral de la persona y de sus actitudes. Esa predisposición inherente al alma, crea el conflicto de las realidades de cada criatura y las exigencias de la moral.

F.E. – Ciertamente la noción del “pecado original” atenta contra la concepción correcta de la Divinidad y, como indica el autor, deviene en conflictos entre el ser humano y la moral. El pecado original es inadmisible desde la perspectiva de la existencia de una “Inteligencia Suprema, Causa Primera de todas las cosas[14]; esa Inteligencia no podría condenarnos, antes de tener oportunidad de equivocarnos por nosotros mismos, no podría condenarnos -repetimos- a una carga culpable inicial, culpa perpetrada por no se sabe bien quién (la figura de Adán no pasa de ser, probablemente, un simbolismo). Siendo Dios Equidad, Justicia y Amor, la noción de pecado original queda totalmente fuera de lugar.

D.K. – “La moral, entretanto, no siempre en armonía con la Ley Natural, es una construcción social, teológica o comunitaria, que establece reglas, hábitos, modos de pensar y de juzgar.

“Errar es humano se dice, pero en general promueve el castigo como respuesta. Ese castigo, en la visión dinámica, representa la necesidad de restablecer el equilibrio que la acción provocó, sea en sí mismo, sea en la relación con el otro.

“Ya el pecado, en sus diversos grados, es un acto contra Dios. Uno es el sentimiento mutable de la culpa como consecuencia de haberse infringido los valores que fueron elegidos personal o colectivamente, otro es la transgresión del mandato divino.

“El modelo de la Doctrina Kardecista rechaza totalmente esa visión, como es evidente. Porque la Ley Natural no es moral. El universo no tiene propósitos restringidos o punitivos. Aunque no haya posibilidad de entender todos los matices de la vida, nada en la naturaleza autoriza el modelo de pecado y castigo.

F.E. – En estos párrafos anteriores, el Dr. Regis abunda con mucho acierto en los conceptos ya expresados en los anteriores parágrafos. Sin embargo es de resaltar la siguiente frase: “la Ley Natural no es moral”. De entrada, no parece factible deslindar los conceptos de ley natural, de ley divina y de ley moral (véase al respecto el cap. I, del Libro III de “El Libro de los Espíritus”: “Ley divina o natural”). Sin embargo, el Dr. Regis ya expresaba[15]:

“La Ley Natural expresa la sabiduría divina, con mecanismos extremadamente competentes, estableciendo el ritmo y la sucesión de los factores con el fin de ecuacionar, en el universo energético, tanto cuanto en el universo inteligente, el principio del equilibrio, actuando a través de la ley de causa y efecto o de acción y reacción, herramienta de búsqueda del equilibrio, a través de  la reciprocidad de los factores” (el resaltado es nuestro).

Ciertamente, la ley de causa y efecto, o de acción y reacción (a través de la cual actúa la Ley Natural, como expresa el autor), es eminentemente una ley de moral aplicada. ¿Qué podría querer manifestar, pues, el Dr. Regis con esa afirmación de que la Ley Natural no es moral? Tal vez, quería expresar que, hasta cierto punto, la Ley Natural es neutra: a una acción, del signo que sea, corresponde una reacción del mismo signo, de una manera cuasi mecánica, sin que en todo ello deba intervenir ningún censor moral; sería, pues, una Ley en el marco de la cual los Espíritus transitamos, aprendiendo, evolucionando, amparados siempre por la actuación automática de la Ley Natural (actuante a través de la Ley de Causa y Efecto); Ley totalmente alejada de los conceptos de pecado y de castigo.

5.El Salvador

D.K. – “La Teología cristiana exige la presencia de un salvador, porque la humanidad está, según ella, naturalmente condenada.

“La transferencia de la fragilidad humana hacia dioses sobrenaturales es parte de las civilizaciones. La creencia cristiana, además de Dios, designó a Jesús de Nazaret como el Salvador. Históricamente quienes buscaban un salvador, un mesías, eran los judíos. La transferencia de la cultura judaica como base de la teología cristiana trajo también el mito del mesías.

“Por eso, la Iglesia formó el embrollo de la santísima trinidad, como escape para los problemas de la divinidad, concibiendo la teoría de la unidad en la triplicidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, donde la figura de Jesús ocupa el lugar del hijo y del padre.

“Jesús de Nazaret, líder judío fue transformado en el mesías, o sea en Jesucristo, parte de la santísima trinidad. El principio y el fin.

“En “El Libro de los Espíritus” encontramos:

“625 – ¿Cuál es el tipo más perfecto que Dios ofreció al hombre para servirle de guía y modelo?

“Ved a Jesús.

“Allan Kardec coloca un comentario consecuente con la cultura cristiana afirmando que Jesús es para el hombre el tipo de perfección moral a que puede aspirar la humanidad en la Tierra.

“Basados en esa simple expresión, los religiosos que se unieron al Espiritismo, incluyendo a los espíritus desencarnados comprometidos secularmente con la Iglesia, no percibieron que la respuesta coloca a Jesús en el nivel humano y lo retira del nivel divino. Sin embargo, la presión de los residuos cristianos en las mentes, distorsionó el rumbo de las cosas y el Nazareno fue introducido como “Nuestro Señor Jesucristo” entre los espíritas, de la misma forma como es entendido en las iglesias cristianas.

“En la visión evolucionista de este modelo, no hay lugar para un Salvador. Pero, positivamente hay lugar para las lecciones de Jesús de Nazaret. En sus lecciones Allan Kardec buscó la directriz segura para el desenvolvimiento ético y moral que el Espiritismo propone.

F.E. – Evidentemente, en el Espiritismo no cabe de ninguna manera la idea de un Salvador. En primer lugar, porque no hay nadie que necesite ser “salvado”, ya que no hay nadie que esté “perdido”. Siempre estamos bajo la tutela de la Ley Natural, Ley que no puede admitir la noción de “pecado original” o la noción de que alguien pueda estar al margen del progreso universal. Además, sería absurdo pensar que para Dios alguna de sus criaturas pudiera estar “perdida”, si no mediara la actuación de un hipotético Salvador.

Por otra parte, hay que reivindicar el auténtico papel de Jesús. Jesús es un Espíritu Superior, probablemente vinculado al equipo directivo de este planeta; pero, no es un ser especial (el unigénito del Padre, como le llaman algunos), sino un ser que ha evolucionado como nosotros mismos hacemos. Aquellos que insisten en colocar un halo divino a Jesús, lo que realmente hacen es alejarlo de la humanidad: a un Jesús-Dios no podemos verlo con cercanía y además no podríamos tomarlo como ejemplo; en cambio, a un Jesús-hombre podemos verlo como a uno de los nuestros, evidentemente más inteligente y más bondadoso que nosotros, pero humano como nosotros, y digno de ser observado como ejemplo a seguir.



[1] Recordemos al respecto el texto de la primera pregunta que Kardec propone en “El Libro de los Espíritus”: “¿Qué es Dios?: Dios es la inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas”. Tanto el matiz de la pregunta (Qué, en lugar de quién) como la sobriedad y precisión de la respuesta, son verdaderamente admirables.

[2] Todo ello a pesar de que, realmente, Allan Kardec no dejó clara (al menos de forma explícita, aunque sí -pensamos- de forma implícita) su posición con respecto de la filiación religiosa, o no, del Espiritismo.

[3] Jesús como hombre, como espíritu adelantadísimo y no como Dios; Jesús como filósofo (el “filósofo por excelencia”, como lo denominó Carlos Brandt) y no como líder religioso.

[4] Conciencia, como siendo el conocimiento íntimo del bien y del mal. Es castellano puede diferenciarse de consciencia, que sería nuestra capacidad como seres humanos de vernos y reconocernos como tales.

[5] Suponemos que Kardec debe referirse a lo realizado a través de la  llamada “revelación” espiritista.

[6]No insistiremos en el tema del “cuerpo mental” que propone el Dr. Regis (véase nuestro comentario al Cap. II de la 2ª parte de este opúsculo)

[7] En los antiguos libros de contabilidad aparecían dos columnas tituladas “Debe” y “Haber” donde se consignaban los conceptos y cantidades, de lo que la empresa tenía a su favor como ingresos o, en su contra, como pagos.

[8] Remitimos a los lectores al artículo inserto en nuestra página web (sección “Archivo”) titulado: “Del animal… al ser humano.”; artículo publicado originalmente en Flama Espirita núm. 64 (noviembre/diciembre 1991).

[9] Definición de la Real Academia Española de la Lengua

[10] Definidas por: las inevitables consecuencias del pasado, por las necesidades del aprendizaje y, evidentemente, por  nuestro obrar en las diferentes fases que vamos atravesando.

[11] Por Espíritus sencillos, normales, entendemos que son aquellos de no mucha evolución, como somos la mayoría de los que estamos encarnados en este planeta.

[12] En “Obras Póstumas”.

[13] De la que, sin duda, aún estamos lejos de que aparezca en las élites dirigentes de nuestra sociedad.

[14] “El Libro de los Espíritus”, pregunta núm. 1.

[15] Ver el capítulo I de este opúsculo: “Dios y la ley natural”.

 

Imagen EL AUTOR, DOCTOR JACI REGIS.

Capítulo IV – Instrumento de Expresión y Comunicación

1. El periespíritu

DOCTRINA KARDECISTA (en adelante D.K.) – “Definido por Allan Kardec como el cuerpo fluídico inherente al Espíritu y que lo identifica en el plano extra físico, el periespiritu es un cuerpo temporal, creado por la mente de la persona y que expresa la morfología del cuerpo somático. Su composición energética es extremadamente porosa y fácilmente manipulable por la mente, presentando gran plasticidad, razón por la cual estampa los estados mentales del Espíritu.
Dada la naturaleza incorpórea del Espíritu él necesita de una auto identificación externa. Por eso crea ese organismo energético con el que se expresa en las relaciones extracorpóreas, sea encarnado cuando se exterioriza y, principalmente, como desencarnado.

COMENTARIO DE FLAMA ESPIRITA (en adelante F.E.) – Si es una creación de la mente de la persona (o sea, del Espíritu) será necesariamente una creación automática o automatizada por el progreso, del animal, en primera instancia, y del Espíritu, después (después de su paso al reino hominal). Por ello, no podría en ninguna manera ser una creación voluntaria del Espíritu, ya que éste se desconoce como tal en estos primeros tramos evolutivos.

D.K. – “Las funciones del cuerpo mental, adherido al Espíritu de forma permanente, han sido confundidas como funciones del periespíritu, un organismo temporal.
F.E. – “Inserto en el universo material, con él interactúa desenvolviendo un “cuerpo mental” como apéndice de almacenamiento de las experiencias; así se expresaba, en este mismo sentido, el Dr. Regis en el Cap. II de la 2ª parte de este opúsculo. Técnicamente no puede descartarse que la estructura del periespíritu –tal y como la entiende el autor- tenga una fracción temporal que se renueve cuando el espíritu cambie de hábitat; es decir, cuando pase de un centro reencarnatorio (como es la Tierra) a otro (más o menos avanzado). Probablemente está en la línea de lo que podemos leer en “El Libro de los Espíritus” (pregunta núm. 94):
P.- “¿Dónde toma el Espíritu la envoltura semi-material?”
R.- “En el fluido universal de cada globo, y por esta razón no es igual en todos los mundos. Al pasar de uno a otro mundo, el Espíritu cambia de envoltura, como vosotros de vestido.”

D.K. – “El periespíritu se deshace durante la gestación y es recreado durante el desenvolvimiento del cuerpo, reproduciendo la morfología del soma, que es la forma concreta de su propia identificación.
F.E. – La idea que podíamos tener de la relación periespíritu-cuerpo durante la concepción y gestación del feto, era (es) exactamente la contraria de la que expresa el Dr. Regis; es decir, el periespíritu sería, precisamente, el molde sobre el que se desarrollaría el cuerpo en formación, con las incuestionables aportaciones genéticas de los padres, evidentemente. Así podemos leer (Gabriel Delanne, “La Evolución Anímica”, cap. I):
“Mediante las experiencias espiritistas hemos podido comprobar que los espíritus tienen la forma humana, y que esta forma no es meramente aparente, sino que el periespíritu es todo un organismo fluídico sobre el cual se moldea la materia que se organiza para confeccionar el cuerpo físico.”
“En cada ser, desde su origen, se puede advertir la existencia de una fuerza que actúa en dirección fija e invariable según la cual será edificado el plan escultural del recién nacido, al propio tiempo que su tipo funcional.”
“Siendo la materia primera idéntica para todas las plantas y la fuerza vital idéntica para todos los individuos, es preciso que exista otra fuerza que dé y mantenga la forma. Nosotros atribuimos esta misión al periespíritu, así en el reino vegetal como en el animal.
“La idea directriz la hallamos tangiblemente realizada en la envoltura fluídica del alma; ella es quien incorpora la materia, la que vela por la sustitución de las partes usadas o destruidas, la que preside a las funciones generales y la que mantiene el orden y la armonía en medio de ese torrente de materia que sin cesar se renueva.”
En otro lugar (“La Reencarnación”, cap. II), el ingeniero Delanne llega a denominar al periespíritu como siendo el “inconsciente fisiológico” del espíritu; es decir, como siendo el archivo de todas las experiencias fisiológicas del espíritu a través de sus experiencias en todos los reinos de la naturaleza.
En el capítulo II, apartado 1 de este opúsculo, ya manifestamos nuestra extrañeza acerca de ese concepto de “cuerpo mental”.
Ciertamente, por el mero hecho de que estos conceptos de “cuerpo mental” y de la “temporalidad” del periespíritu hayan sido propuestos por Jaci Regis, merecen ser tenidos en cuenta y debatidos, aunque, personalmente, no comprendamos su alcance real.

2. La mediumnidad

D.K. – La mediumnidad es el portal, el instrumento que liga los dos universos vibratorios en donde el Espíritu desenvuelve sus aptitudes.
Fenómeno natural, la mediumnidad, no obstante, depende del intérprete; del médium. Y esa dependencia es el anillo débil del sistema. Antes de Allan Kardec fue encarada de forma aleatoria, mística, mágica, sobrenatural, con uno u otro profeta, o con médiums extraordinarios que produjeron obras, fantásticas o serias, pero sin continuidad racional.
F.E. – Es verdad que el/la médium es el eslabón frágil del proceso mediúmnico ya que como intérprete puede influir, incluso inconscientemente, en el mensaje obtenido. A este respecto, recomendamos la lectura atenta del capítulo XIX de “El Libro de los Médiums” (“Papel del médium en las comunicaciones espiritistas”), donde Kardec y las comunicaciones de diversos espíritus, matizan excelentemente esta posible influencia del médium. Sólo como botón de muestra (apartado 223.10):
“De estas explicaciones parece resultar que el Espíritu del médium nunca es del todo pasivo…
“Es pasivo cuando no mezcla sus propias ideas con las del Espíritu comunicante, pero jamás se anula por completo. Su concurso resulta siempre necesario, en su carácter de intermediario, aun en el caso de los que denomináis “médiums mecánicos”.
¿Quiere ello decir que nunca se puede confiar plenamente en las comunicaciones mediúmnicas? El nivel de confianza viene dado por la seriedad de los grupos espiritistas, por la experiencia de los directores de sesión y, evidentemente, por la buena voluntad y el mayor desinterés material por parte de los médiums.

D.K. – “Gracias a Allan Kardec, que por cierto no era médium y por eso mismo pudo analizarla, normalizarla y darle una directriz, es que se dio un empleo apropiado a ese instrumento. Y gracias a la mediumnidad él obtuvo las informaciones con las cuales creó el cuerpo doctrinario del Espiritismo.
F.E. – Podemos añadir a este comentario del Dr. Regis que, afortunadamente, Kardec no era médium, ya que de haberlo sido hubiera podido mezclar sus propias experiencias y sensaciones a sus interpretaciones doctrinarias y analíticas del fenómeno, lo cual hubiese supuesto un fuerte hándicap para la imparcialidad y precisión que siempre caracterizan sus comentarios.
Es cierto que gracias a la mediumnidad, Kardec pudo conformar este edificio doctrinal tan formidable que es el Espiritismo; pero, no debemos confundirnos, Kardec no era el secretario de los espíritus, no era un mero observador o recopilador. De hecho él fue quien decidió qué temas había que tratar, el seleccionó las comunicaciones que le parecieron más adecuadas y, también, añadió numerosos comentarios de su propia iniciativa. Evidentemente él es el Fundador del Espiritismo.
Asimismo, Kardec dignificó el ejercicio medianímico. Condujo a la mediumnidad del oscurantismo a la observación científica, que no es poco…

D.K. – “Sin embargo, a pesar de su aprendizaje y buen sentido, él creyó que la intervención de los Espíritus, por sí misma, revolucionaría el mundo. En verdad quien lo revolucionó fue él, con su genial trabajo creador, sabio que, en líneas generales delineó un nuevo tipo de pensamiento que, como dijimos, fue desvirtuado por la presión de los conceptos milenarios del cristianismo.
Entre tanto, desde Allan Kardec, aun con el desprecio de las élites científicas y el combate del esquema religioso cristiano, el plano extrafísico no puede más ser ignorado.

F.E. –
Hoy en día, a través de películas o series de televisión -más o menos afortunadas- se asoma en los hogares de muchas familias la realidad de la existencia y comunicabilidad del mundo espiritual. Tal vez ello, aunque ciertamente no debamos ser muy optimistas, pueda ayudar poco a poco a normalizar la extremadamente deformada información que se ha transmitido acerca de la mediumnidad. Tal vez, a muy largo plazo, sea una manera de obviar ese desprecio de las élites científicas y el combate de los esquemas religiosos.

D.K. – “Ahora se intenta crear formas de comunicación electrónicas que puedan alcanzar la tan deseada certeza en la relación de los vivos y los “muertos”.
F.E. – No dudamos que en un futuro más o menos lejano, pueda llegar a darse este tipo de comunicaciones instrumentales. Realmente ello constituiría una prueba contundente de la existencia de los espíritus.

D.K. – “Pero las directrices de “El Libro de los Médiums” son rumbos seguros para evitar los tropiezos de ese instrumento tan valioso y frágil.
F.E. – Estamos completamente de acuerdo en la necesidad, prácticamente imperiosa, de que se dé en los centros espiritistas serios un estudio concienzudo y detenido de este excelente libro. Su conocimiento es el mejor preservativo de muchos fracasos e incertidumbres. ◙

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Capítulo III – El Plano Extrafísico

1. Un retrato real

DOCTRINA KARDECISTA (en adelante D.K.) –Utilizamos el término “extrafísico” propuesto por el Espíritu André Luiz, a través del médium Francisco Cándido Xavier, por ser más consistente con la idea de un universo energético y la realidad del estadio post-mortem.

COMENTARIO DE FLAMA ESPIRITA (en adelante F.E.) – Generalmente cuando nos referimos al lugar donde “habitan” los Espíritus desencarnados lo hacemos como: “Mundo Espiritual”, “Mundo Invisible”, “Plano Espiritual” o, más genéricamente, como “Más Allá”. Nos parece adecuada la propuesta del autor –sin que ello signifique abandonar las otras expresiones- ya que define con precisión que se trata de un mundo, de un plano “fuera de” (este es uno de los significados del prefijo “extra”), “fuera del plano material”, “fuera del plano físico”.

D.K. – “El descubrimiento del plano extrafísico mostró que la atmósfera de la Tierra comporta un hiperespacio energético que interactúa con el espacio físico.

F.E. – No es sencillo responder a la pregunta ¿dónde está el Mundo Espiritual? Evidentemente se sobreentiende que nos referimos a su ubicación “física”, casi podríamos decir “geográfica”. No sabemos la respuesta, ya que ese plano extrafísico está, puede estar, en todas partes. Nos agrada mucho la expresión “hiperespacio energético” del Dr. Regis.

D.K. – El plano extrafísico comenzó a ser habitado una vez que el Espíritu tuvo la percepción de su integridad después de la muerte del cuerpo físico. Esa percepción de la inmortalidad y de la persistencia de sí mismo, fue fruto del desenvolvimiento de su estructura mental, que le permitió mantener el pensamiento consistente y permanente, necesario para la existencia del periespiritu en el plano extrafísico. Con eso el Espíritu mantiene la forma de su cuerpo físico transferida para el cuerpo periespiritual, que lo identifica en un nuevo estado vibracional.

F.E. –No es este un párrafo de fácil comprensión, al menos para nosotros. La primera oración pareciera referirse a un hipotético principio de los tiempos, aunque podemos cuestionarnos si hubo un principio, un Big Bang como postula la Ciencia, ya que Dios ha existido siempre y cabe pensar que ha creado siempre; por lo tanto, hemos de suponer que en el plano extra-físico siempre ha habido Espíritus.

Al final de la segunda propuesta de este párrafo, nos dice el autor “…que le permitió mantener el pensamiento consistente y permanente, necesario para la existencia del periespiritu en el plano extrafísico”. No acertamos a entender lo que pretende decirnos, ya que el periespíritu “existe” en el plano espiritual aunque el pensamiento del Espíritu no sea ni consistente ni permanente.

Es probable que sea nuestra limitación de conocimiento filosófico la que no nos permite comprender estos textos. Lamentablemente ya no podemos dirigirnos al autor para pedirle aclaraciones de sus pensamientos.

En cuanto al enunciado de la tercera oración del párrafo, hay que resaltar con que simplicidad y elegancia el autor enfatiza la unión íntima entre el cuerpo y el periespíritu (durante la encarnación) y la traslación de las vicisitudes del cuerpo material al cuerpo energético.

D.K. – En ese espacio, el Espíritu se fue instalando, creando condiciones de habitabilidad y de relacionamiento, estableciendo comunidades y permaneciendo en él por tiempo variado, más necesariamente precario, pues es compelido por la Ley Natural, a través de la Ley de acción y reacción, a buscar niveles de satisfacción y equilibrio satisfactorios, o sea, la reencarnación.

F.E. – No sabríamos decir a ciencia cierta si los Espíritus del nivel evolutivo medio de nuestro planeta buscan, buscamos, “niveles de satisfacción y equilibrio satisfactorios” que nos impelen a reencarnar. Más bien pensamos que somos instados a reencarnar más por obligación que por interés propio, y que ese proceso es –en nuestro estadio evolutivo- un proceso tutelado e impulsado por Espíritus superiores a nosotros que deben ser verdaderos especialistas en el diseño, aunque sea a grandes rasgos, de los procesos reencarnatorios de la mayoría de los habitantes de ese hiperespacio energético, tal y como lo denomina el autor.

En cuanto al tema del establecimiento de comunidades afines es, ciertamente algo consustancial a nuestra especie, en todos los ámbitos de vida. Coloquialmente, en España, hay un dicho que dice: “Dios los cría y ellos se juntan”, y eso es exactamente lo que ocurre, aquí y en el Más Allá.

D.K. – La muerte, como la encarnación, es un momento extremadamente desestructurante. Durante la vida corpórea el Espíritu se identifica, sinérgica y profundamente con el cuerpo y se adapta mentalmente a las condiciones del ambiente, de la familia, del momento.

“Al ser alejado del cuerpo por la muerte, el Espíritu se ve despojado de todo ese aparato sensible y sensorial y, nuevamente, queda solo consigo mismo. Ese choque puede causar reacciones muy variadas, conforme la mente se ve delante de su realidad moral, produciendo traumas diversos.

F.E. – Sin duda tanto encarnar como desencarnar deben ser procesos que pueden fácilmente desconcertar al Espíritu; no en balde pasamos de un hábitat en el cual estamos ya acostumbrados para adentrarnos en un viaje (y esto es válido para cualquiera de los dos planos de vida) repleto de incógnitas. Sin embargo, no debemos obviar la realidad y ésta es que para muchos de los Espíritus que inician uno de esos viajes, en cualquiera de los dos sentidos, no se ha producido una comprensión de su real situación antes de adentrarse en la otra realidad. Así, pues, muchos Espíritus encarnados no comprenden el verdadero sentido de la vida y desencarnan conservando la ilusión de sentirse en el mundo material, a pesar de no tener cuerpo; y también, en la otra situación, hay Espíritus que encarnan sin haber sido conscientes de su estancia en el plano extra-físico. Así, paradójicamente, que “ese choque pueda causar reacciones muy variadas”, incluso traumas, será una señal inequívoca de progreso ya que denotará que empezamos a estar “despiertos” ante el cambio producido.

D.K. – El periespíritu, correlacionado con el espacio hiperfísico, está constituido de elementos energéticos de gran plasticidad, expresando la realidad mental y moral del ser, que en él se estampa de modo visible y, muchas veces, inconveniente y forzado.

F.E. – Debemos alabar una vez más la capacidad de síntesis del Dr. Regis para, en poco más de dos líneas, condensar, a grandes trazos, la constitución plástica del periespíritu, así como su capacidad para delatar claramente esa realidad mental y moral del Espíritu. Puede leerse, al respecto, en el artículo de Kardec “Fotografía y Telegrafía del pensamiento” (“Obras Póstumas”):

“Cuando el pensamiento crea imágenes fluídicas, se reflejan en la envoltura periespiritual como en un espejo, y como esas imágenes de objetos terrestres que se reflejan en los vapores del aire; toma en dicha envoltura un cuerpo y se fotografía en ella hasta cierto punto. Si un hombre, por ejemplo, concibe la idea de matar a otro, por impasible que esté su cuerpo material, el fluídico es puesto en acción por el pensamiento del que reproduce todos los matices; ejecuta fluídicamente el gesto, el acto que tiene intención de realizar; su pensamiento crea la imagen de la víctima y toda la escena se pinta, como en un cuadro, del mismo que está en su espíritu.”

D.K. – De ahí que Allan Kardec categorizó como “errante” el estado del Espíritu que allí se encuentra, considerando que la permanencia en el plano extrafísico está relacionada con la necesidad de progreso individual y colectivo. En el estadio evolutivo medio de la humanidad terrena, el punto de referencia es la vida corpórea, ya que ahí elabora progresivamente su identidad.

F.E. Sin duda el empleo de las palabras “errante” y “erraticidad”, propuestas por Kardec (“El Libro de los Espíritus”, Libro II, Cap. VI) pueden generar un cierto desconcierto pues, inevitablemente, las vinculamos a leyendas tales como “el judío errante” o “el holandés errante”, personajes condenados a vagar eternamente sin obtener la paz. Sin embargo no es este el concepto que nos transmite Kardec. Para Kardec la erraticidad es el estado normal de los Espíritus en el intervalo comprendido entre dos encarnaciones y, en ese estado, hay Espíritus de todo tipo.

En cuanto a que, en el nuestro estado evolutivo, “el punto de referencia es la vida corpórea”, estamos totalmente de acuerdo con el Dr. Regis. Para el común de los Espíritus vinculados a este planeta el mundocorporal es más importante, para nuestra evolución, que el mundo espiritual. Aquí, “estamos” más despiertos, más conscientes y tenemos más libertad de acción. Es aquí donde aprendemos lo que es el “Más Allá”, hasta que llega el momento en que “allá” seremos más conscientes de nosotros mismos y seremos capaces de actuar con más libertad y conocimiento de causa.

D.K. – Las comunicaciones de los Espíritus muestran que el plano extrafísico, de modo alguno es un local organizado, dirigido por una autoridad central, como sugieren las ideas del cielo y el infierno cristianos. Es un plano, tal como el corpóreo, abierto a las más diversas y contradictorias manifestaciones de personas y grupos.

Pero, como en todo el Universo, en ese aparente caos, la directriz de la Ley divina se establece, sea por la jerarquización de los Espíritus, sea por las presiones de la realidad moral e intelectual que cada uno desenvuelve y vive. Todos siguen los rumbos del producto de sí mismos.

F.E. – Se observa una aparente contradicción entre estos dos últimos párrafos ya que, por un lado, se dice que el plano extrafísico no parece ser un lugar organizado y, por otro lado, se afirma que se establece la directriz de la Ley divina. La Ley Natural o divina nos permite, con un amplio margen de maniobra, una expresión libre de sentimientos y emociones -positivos y negativos-, expresión que puede dar una falsa imagen de caos. Pero, como no podría ser de otra manera, ese aparente caos está realmente tutelado y controlado por una autoridad superior, que denominamos genéricamente como Ley Natural, que regula coherentemente el ejercicio de nuestra libertad.

D.K. – Es un plano caótico, semejante al de la vida corpórea. Es comprensible, pues, al final, allí desembarcan diariamente las multitudes que dejan la vida corporal con sus realidades. Y se agrupan según las simpatías, vibraciones o los sentimientos.

F.E. – Esta es una realidad que algunos espiritistas noveles no alcanzan a comprender y es que, después de desencarnar, no nos convertimos en sabios y no lo comprendemos todo, sino que llegamos al plano extra-físico con nuestras realidades, buenas y malas, y, también, con nuestras ideas fijas que constituyen un lastre costoso de abandonar (véase el párrafo final de este capítulo).

D.K. – La gran mayoría parece que permanece alienada.

“Algunos se reúnen y forman grupos y organizaciones específicas, crean y mantienen lugares bien organizados, como oasis, islas de convivencia, que están dirigidas hacia el bien, estableciendo uniones mentales y actitudes positivas. Se ligan a los encarnados que permanecen en la misma línea de comportamiento.

“Otros forman agrupaciones dirigidas hacia el mal, con organizaciones jerárquicas y policiales específicas. Esos grupos relativamente organizados, conforme a la naturaleza de sus intenciones y deseos, por no poseer abertura para una vida fuera de los parámetros de la corporeidad, pueden establecer una red de vínculos mentales con los encarnados que permanecen en la misma faja vibratoria, en procesos vampíricosy simbióticos.

“Están, además, los “independientes”, personas y grupos aleatorios, especie de vagabundos extrafísicos que, incluso sabiéndose “muertos” no consiguen vivir fuera del ambiente corporal. La variedad parece grande. Hay los que solamente andan por ahí, sin rumbo fijo, uniéndose eventual o firmemente a muchos encarnados de la misma especie mental. Existen los que se aíslan, los que niegan la inmortalidad, los que cultivan depresiones, persiguiendo las intenciones desviadas del envolvimiento mental deprimente, configurando el escenario general de un plano extrafísico bastante conflictivo.

F.E. – Excelente resumen el que nos traza el autor de la distribución y organización de los Espíritus desencarnados; es un resumen muy sobrio y muy realista, alejado de cualquier planteamiento fantasioso. Nos parece muy adecuada la expresión de “vagabundos extra-físicos”. Tal vez cabría la diferenciación de otro subgrupo, el de los Espíritus profundamente turbados y casi inmunes al ambiente espiritual que les circunda, debido a la alta densidad de su periespíritu, fruto de su ignorancia y de sus pretéritas e inadecuadas actuaciones. Cabe suponer que estos últimos deben estar tutelados por entidades pertenecientes a esos “oasis de convivencia” de que nos habla el Dr. Regis, ya que nadie está exento de una atención superior.

D.K. – Esa realidad global de la vivencia de los seres humanos, tanto en el mundo corpóreo, como en el extracorpóreo, da una idea de la naturaleza de las relaciones entre los encarnados y desencarnados, echando por tierra, la natural inclinación de considerar a los “muertos” como

portadores de sabiduría natural. Kardec dijo que los consideraba colaboradores y no reveladores predestinados. Así debe ser.

F.E. – Recordemos aquel lúcido texto de Kardec, inserto en “Obras Póstumas”: “Procedí con los Espíritus como hubiera procedido con los hombres: me sirvieron, desde el más pequeño al más grande, como medios de estudio; nunca como reveladores predestinados”.

Y, en ese mismo texto, señala Kardec: “Uno de los primeros resultados de mis observaciones fue el darme cuenta de que los Espíritus, no siendo otros que las almas de los hombres, no poseen ni la soberana sabiduría ni la soberana prudencia; que su saber era proporcionado a su progreso, y que su opinión no tenía más valor que el de una opinión personal. Esta verdad, reconocida desde el principio, me preservó del grave escollo de creer en su infalibilidad y de formular prematuras teorías sobre la palabra de uno solo o de varios de ellos.”

Ojalá que todos los espiritistas comprendiéramos, y pusiéramos en práctica, estas sabias consideraciones de Kardec. Sin duda ello redundaría en una mejor imagen del Espiritismo ante el mundo, amén de servir de depurativo de las fantasías e incongruencias que, en demasiadas ocasiones, se encuentran en las producciones mediúmnicas.

D.K. – La permanencia en el plano extrafísico, como vemos, tiene colores dispares. Algunos no soportan quedar lejos del mundo corpóreo y para ellos reencarnar es una necesidad emocional. Otros, al contrario, se adaptan a la vida fuera del cuerpo somático y se resisten cuanto pueden al retorno. Hay los que demoran el regreso por dificultades que experimentan al no poder afirmarse como Espíritus y a veces enloquecen.

F.E. – Debemos tener la seguridad de que nadie se quedará sin la oportunidad de reencarnar, cuando ésta sea conveniente, estemos conformes o no con ello. Afortunadamente otros, con más criterio que nosotros, decidirán cuando será el momento oportuno de emprender otra incursión en el plano material.

D.K. – Aunque en una visión genérica, el Plano Extrafísico en modo alguno sea un lugar disciplinado, hay, ciertamente, un centro coordinador, una fuente dirigente que se manifiesta siempre que sea necesario. Ese centro directivo, constituido de Espíritus elevados actúa, suplementa, buscando promover el equilibrio personal y grupal. Parece no haber una unidad definitiva, sino centros específicos y múltiples dirigidos por un gobierno objetivo y firme. Grupos y organizaciones reúnen los prosélitos de las religiones como el catolicismo, el protestantismo, el judaísmo, el islamismo, el candomblé, la umbanda, para citar las que vienen a la memoria sin esfuerzo.

F.E. – Hay espiritistas que se desaniman a la vista de la situación amoral e inmoral de nuestro mundo, como si no existiera un poder superior espiritual que condujera adecuadamente el rumbo de esta nave que es la Tierra. Estamos totalmente de acuerdo con el autor en cuanto a la existencia de “un centro coordinador”, de “una fuente dirigente”, en suma, de “un gobierno objetivo y firme”. Ha de haber, sin ningún margen de duda, un “equipo directivo” compuesto por Espíritus inteligentes, instruidos y con alta moralidad que dirijan el destino de esta escuela que es nuestro planeta. Y si su actuación no es más contundente con los desvíos que se observan en nuestra sociedad, no es porque no puedan o no sepan, sino porque el estado actual de cosas es el adecuado para el aprendizaje de los Espíritus vinculados a este proyecto evolutivo. Además los Espíritus tenemos libre albedrío, por restringido que éste pueda ser, y, evidentemente, tenemos la posibilidad de manifestarlo, ya hacia el bien, ya hacia el mal. Hemos de tener la confianza de que ese equipo espiritual está perfectamente capacitado para tomar las decisiones oportunas y hemos de saber, que ese equipo nos tutela y ampara siempre. Lo que ocurre es que, muchas veces con nuestras incongruencias, nos apartamos de esa tutela; por ello debemos culparnos a nosotros mismos por la mayoría de nuestros males y no al mundo espiritual.

D.K. – Algunos pocos son espíritas. Eso deshace una impresión muy difundida de que al morir todos se tornan espíritas, y debería aumentar la vigilancia sobre el tenor de las comunicaciones mediúmnicas.

F.E. – Este último párrafo se merece todos los resaltes posibles. A veces cuesta comprender que en el hiperespacio energético que interactúa con nuestro planeta no haya muchos espiritistas. Esto no debería extrañar tanto. La respuesta a la pregunta de ¿cuántos espiritistas hay encarnados en el planeta Tierra? sería, sin duda, muy pocos. ¿Y hemos de sorprendernos, pues, de que haya, también, pocos en el mundo espiritual?

Por otra parte hay que aplicar a rajatabla la recomendación del Dr. Regis en cuanto a la necesidad ineludible de “aumentar la vigilancia sobre el tenor de las comunicaciones mediúmnicas”; ello nos librará de muchos sinsabores.

TOMADO DE: http://www.cbce.info/web/index.php/doctrina-kardecista/50-oculto/153-capitulo-iii-el-plano-extrafisico

Imagen EL AUTOR, DOCTOR JACI REGIS.

Capítulo II – Las Etapas del Desenvolvimiento del Espíritu

1. La experiencia corporal

DOCTRINA KARDECISTA (en adelante D.K.) – “Es fácil entender el mecanismo de la evolución del ser inteligente.

COMENTARIO DE FLAMA ESPIRITA (en adelante F.E.)“Es fácil entender”dice el Dr. Regis, aunque, realmente no es sencillo, para la mayoría de la humanidad, el comprender que la evolución del Ser Inteligente es “algo” que se produce de una manera natural, equivalente -que no idéntica-, siempre adecuada para todos los seres y tutelada por estructuras espirituales superiores… hasta remontarnos a la protección Divina.

D.K. – “Creado como un ser potencial, incorpóreo, como un conjunto vacío, el ser inteligente posee una fuerza intrínseca, la agresividad básica, que instintivamente le hace buscar la sobrevivencia.

F.E. – Vamos a abundar y a matizar un poco más sobre estos conceptos tan potentes, enunciados de una manera tan sintética por el autor:

  • “ser potencial”:
    Veamos lo que dice Léon Denis en su obra “Después de la muerte”, cap. XII: El objeto de la vida” “El alma es un mundo; un mundo en el que se mezclan aún las sombras y los rayos de luz y cuyo estudio atento nos hace ir de sorpresa en sorpresa. En sus pliegues, todos los poderes están en germen, esperando la hora de la fecundación[1] para abrirse en chorros de luz”.
    O sea, no es que el espíritu -a través de su proceso evolutivo- vaya agregando potencialidades, si no que lo que hace es ir desarrollando esas potencialidades que posee en esencia, en germen.
  • “incorpóreo”:
    Que no es lo mismo que inmaterial. A este respecto se puede recordar una de las preguntas filosóficamente más interesantes de “El Libro de los Espíritus”, la número 82:
    “¿Es exacto decir que los Espíritus son inmateriales?

    “ (…) Inmaterial no es la palabra, y sería más exacto decir incorpóreo; porque debes comprender perfectamente que, siendo una creación el Espíritu, ha de ser algo y es, en efecto, materia purificada; pero no tiene análoga entre vosotros, siendo además tan etérea, que no puede impresionar vuestros sentidos”.

    Es decir, que el Espíritu es “algo” material. Ciertamente esta proposición puede tener muy interesantes derivadas filosóficas. No creemos que éste sea el momento ni el lugar para estas digresiones filosóficas, que realizaremos en otra oportunidad.
  • “conjunto vacío”:
    A pesar de que el espíritu es creado “simple e ignorante[2]”, se nos hace difícil asemejarlo a un conjunto vacío. Sin embargo, reconocemos que esta apreciación del Dr. Regis es muy interesante. Tal vez, habría que añadir que se trataría de un conjunto vacío con la posibilidad de incorporar elementos de crecimiento en su interior.
  • “fuerza intrínseca”, “agresividad básica”:
    Parece que estos conceptos nos llevan al “principio vital” o “fluido vital” de Kardec.

D.K. – “Inserto en el universo material, con él interactúa desenvolviendo un “cuerpo mental” como apéndice de almacenamiento de las experiencias. Realiza su curva evolutiva, viviendo ligado a organismos que, en escala ascendente, le permiten el largo aprendizaje hasta alcanzar el nivel hominal.

F.E. – Entendemos la intención del autor al proponer ese desenvolvimiento de lo que denomina como “cuerpo mental”. Sin embargo, pensamos que la utilización de esta expresión que, habitualmente, usan otras escuelas filosóficas, puede llevar algún desconcierto al lector. Ya sabemos que hay otras concepciones que piensan que el periespíritu está formado por diversos “cuerpos”, aspecto al que no se refirió en absoluto Kardec. Evidentemente no se puede ser tan reduccionista como para pensar que el periespíritu sea algo monolítico, si no que  podemos  entender, perfectamente, que se trate de una estructura compleja. Pero, de ahí a utilizar esos términos, más bien ocultistas, hay mucho trecho. Creemos que hay que estar en la línea promovida inicialmente por Kardec, y también recomendada por el Dr. Regis, de que el Espiritismo tenga un lenguaje propio. Por todo ello no consideramos adecuada, en Espiritismo, esta expresión de “cuerpo mental”. Mucho más adecuada nos parece la denominación de “estructura mental” utilizada por el autor en el capítulo III de esta segunda parte.

D.K. – “La alternancia de la encarnación y desencarnación, vida y muerte, con la evolución de los organismos a los cuales se liga, posibilita al ser inteligente desenvolver su mente, fortaleciendo una construcción recíproca entre él y los cuerpos.

“Encarnar y desencarnar, es el motor básico de la evolución del ser inteligente. La reencarnación es, pues, el instrumento básico de la evolución del Espíritu, desde las primeras manifestaciones como Principio Inteligente.

F.E. – Realmente la Ley de la Reencarnación es la piedra angular de la evolución del alma, y también, además, de la doctrina espiritista. Es, asimismo, una de las más importantes contribuciones del Espiritismo al conocimiento humano. Podríamos asemejar a la Reencarnación como siendo una especie de caballo de Troya: un “envoltorio” interesante (la posibilidad de haber vivido y de vivir muchas vidas) que esconde en su interior una compleja realidad filosófica como, por ejemplo, la Ley de Responsabilidad personal.

2. La unidad continua de la humanidad

D.K. – “El descubrimiento del plano extra físico amplió el sentido de la inmortalidad e integró al ser humano a las dimensiones en que se manifiesta. La tumba es receptáculo de un organismo que se desgastó. Con eso la inmortalidad gana un nuevo sentido y un nuevo horizonte con la secuencia natural de la persona, más allá del fenómeno de la muerte.

F.E. – Evidentemente, inmortalidad sin una continuación de las actividades del Espíritu -como enseñan algunas religiones- redunda en desánimo e incredulidad acerca de la vida post-mortem. El conocimiento de la existencia del plano espiritual, o extra físico como lo denomina el autor, y la comprensión de la verdadera situación de los espíritus en él (ni sabios por el hecho de haber desencarnado, ni réprobos a perpetuidad por el hecho de los “pecados” cometidos por muchos), es de una gran ayuda para los espíritus encarnados y desencarnados que van entreviendo esa realidad de la vida más allá de la tumba.

D.K. – “Ese reciclaje, vida y muerte, en las integraciones y disipaciones sucesivas, da al ser inteligente un campo existencial prácticamente ilimitado, en planos vibracionales o dimensiones energéticas que se interligan e interactúan.

La sensorialidad natural del plano corpóreo, y la plasticidad energética del plano extra físico, coexisten y se entrecruzan, guardadas las peculiaridades de cada uno.

F.E. – “Coexisten, se entrecruzan” e influyen continuamente el uno en el otro (como dice el autor en el párrafo anterior). Esa influencia mutua, que tan bien plasma el Espiritismo, constituye uno de los aspectos más desconocidos -a veces, incluso, para algunos espiritistas-, más interesantes y muy a tener en cuenta (por sus implicaciones en la vida cotidiana de cada cual) por los estudiosos de nuestra doctrina.

Los hay que se creen exentos de “sentir” las influencias del plano espiritual por el hecho de no tener sensibilidad mediúmnica. Sin embargo, la afinidad de sentimientos, de intenciones y de pareceres hace que los espíritus de ambos planos nos sintamos atraídos y nos influyamos mutuamente, a veces de forma inconsciente.

D.K. – “Su descubrimiento derrumbó las antiguas concepciones acerca de lugares de premios y castigos más allá de la tumba, y estableció la continuidad natural de la vida personal y colectiva, aunque con sus características bastante diferentes.

F.E. – Este “derrumbamiento” de esas ideas tan antropomórficas de un Dios que nos premia o castiga, según hagamos o no su voluntad, es realmente un gran paso adelante en el progreso moral del Espíritu. Ciertamente es un paso incómodo ya que nos aleja de una protección divina paternalista, para pasar a un concepto de progreso con implicaciones totalmente personales. El hecho de que seamos más o menos felices ya no depende de que “agrademos” más o menos a Dios, sino que depende exclusivamente de nuestros esfuerzos. Realmente es un cambio importante, duro, y, al mismo tiempo, esperanzador.


[1] En algunas versiones castellanas la palabra francesa “fécondation” ha sido traducida impropiamente, pensamos, por “fundación”.

[2] “Dios creó a todos los Espíritus sencillos e ignorantes, es decir, faltos de ciencia” (”El Libro de los Espíritus”, apartado 115). Lo cual no contradice en absoluto la anterior afirmación de que el Espíritu tiene todas las potencialidades en esencia.

 Imagen      EL AUTOR, DOCTOR JACI REGIS.

Capítulo II – De lo Sensorial a lo Energético

1. Un largo camino recorrido

 

D.K. – “La sabiduría, la verdad y el análisis de los factores de la naturaleza fueron, durante siglos, puramente sensoriales.

Sensorialmente, la Tierra está parada y es el Sol el que parece circular en torno de ella. Esa sensación produjo la “revelación divina” defendida por la Iglesia de que había un cielo arriba y un infierno abajo. Y, en consecuencia, se pudo imaginar a Dios como una persona sentada en su trono.

Todo, durante siglos, fue concebido y vivido plácidamente, bajo ese horizonte limitado de los sentidos,

pero para entonces era satisfactorio.

El telescopio de Galileo Galilei mostró a la Tierra moviéndose y ese simple descubrimiento precipitó la investigación, la curiosidad y el saber humanos. De ahí en adelante, lo sensorial fue paulatinamente vencido por la experimentación. Mucho tiempo después Pasteur mostró el mundo microscópico, inexistente para el ojo, el tacto, el olfato, el oído y el paladar humanos.

En la era de la ciencia y de la tecnología, todo lo que era “sólido se disipa en el aire” y actualmente las investigaciones científicas derrumbaron el entendimiento de lo real, de la realidad y mostraron que vivimos en un universo energético, mutable y, no obstante, consolidado.

F.E. – Siempre le cabe -y le cabrá- a la Ciencia el papel de desentrañar los misterios de lo maravilloso y de lo sobrenatural, aspectos que nos han acompañado desde toda la historia de la humanidad, como hijos de la ignorancia. Al Espiritismo también le compete este cometido, aclarando y explicando la realidad mediúmnica, alejándola del oscurantismo y la incomprensión.

Probablemente será la Ciencia -con mayúsculas- la que demuestre, en el momento oportuno, la existencia del alma, como aspecto primordial de la comprensión de la realidad espiritual. Será la que acercará definitivamente al ser humano esos conceptos defendidos por el Espiritismo: la inmortalidad, la reencarnación, la comunicación con los espíritus,… Después se irán entendiendo los aspectos morales: la responsabilidad personal, la ley de causa y efecto, la ley de compensación moral,… Todo ello, sin duda, será consecuencia de un largo proceso de investigación física y psíquica.

Probablemente no será el Espiritismo, como tal, el que acompañe a la Ciencia en esta gran aventura. Sin embargo, sin duda alguna, las buenas ideas y las excelentes aportaciones de esta doctrina, persistirán y acompañarán ese proceso de descubrimiento, tal vez con otro ropaje. Hace ya muchos años (en 1895), Gabriel Delanne apuntaba esa posible realidad:

“Y así como el Magnetismo, vejado y menospreciado, ha concluido por forzar las puertas de las

Academias, así el Espiritismo, con un nombre que pida a préstamo, logrará al fin recibir la

consagración oficial.”
(“La Evolución Anímica”, cap. IV)

2. La última barrera

D.K.“En 1857, Allan Kardec, con el lanzamiento de “El Libro de los Espíritus”, agitó el campo controvertido de la naturaleza del ser humano, su destino y su potencialidad, derrumbando la última barrera sensorial: la muerte.

En 1868, once años después de publicar “El Libro de los Espíritus”, afirmó:

“Es una revolución total que habrá de operarse en las ideas; revolución tanto mayor y poderosa ya que no está circunscripta a un pueblo o a una casta determinada, sino que abarca simultáneamente el alma de todas las clases, nacionalidades y cultos” (“La Génesis”, cap. 1, apartado 20).

F.E. – Es cierto que las ideas espiritistas -con ese u otro nombre- deberán ser uno de los motores de esa revolución. Cuando las personas aceptan los postulados inmortalistas y reencarnacionistas han de cambiar de manera indefectible de actitud ante la vida, lo que acabará acarreando, con su generalización, una auténtica revolución moral.

D.K. – “Y agregó Kardec en la misma obra:

“El hecho de poder establecer comunicación con los Seres del Mundo Espiritual trae consigo consecuencias de la  mayor gravedad: es un mundo nuevo que se nos revela, un acontecimiento de la mayor importancia, puesto que ese mundo nos espera a todos, sin excepción. Este conocimiento al generalizarse, ocasionará profundas modificaciones en los hábitos, el carácter, las costumbres y las creencias, todo lo cual tiene una influencia enorme sobre las relaciones sociales.” (Ídem)

Como que el plano extrafísico es invisible a la mirada, se mantiene todavía la cultura sensorial. El instrumento para penetrar en ese plano es la mediumnidad y ella, por sus peculiaridades, es extremadamente vulnerable.

F.E. – “La mediumnidad es una planta delicada que para florecer necesita atentas precauciones y cuidados asiduos. Necesita método, paciencia, altas aspiraciones, sentimientos elevados. Necesita, sobre todo, la tierna solicitud del espíritu bueno que le prodiga su amor y le envuelve en sus fluidos vivificantes. Pero, casi siempre se le quiere hacer producir frutos prematuros, y desde aquel momento se desvía y se agosta bajo el soplo de los espíritus atrasados.”

Así enfatizaba Léon Denis (“En lo Invisible”, cap. V) esa vulnerabilidad de la facultad medianímica. Desde luego, fue el profesor Rivail quién comprendió la importancia de la dignificación de la mediumnidad, la cual pasa, sin duda, por un ejercicio noble y serio de la misma. Jon Aizpúrua en su “Tratado de Espiritismo” (cap. V) resalta las claves de una buena orientación de la mediumnidad:

“Conforme a las enseñanzas doctrinarias del Espiritismo, no se debe forzar la eclosión de la mediumnidad, pero sí debe ser orientada y disciplinada en tres vertientes fundamentales: moralización, culturización y tecnificación, todas las cuales propenden hacia un auténtico y pleno crecimiento espiritual del médium y de todos los participantes de las actividades mediúmnicas.”

Ojalá que esos buenos planteamientos de Kardec, Denis, Delanne, Aizpúrua y otros, pudiera ser una realidad en todas las agrupaciones espiritistas y en todos quienes sientan la sensibilidad mediúmnica. Siendo conscientes de que ello no es así, hay que esforzarse en una correcta divulgación de la teoría medianímica para favorecer esa adecuada comprensión.

 

PÁGINAS PÓSTUMAS DE LEÓN DENIS (1) PREFACIO PARA LA 4ª EDICIÓN FRANCESA DE ESTA OBRA, PARÍS, 1927

ImagenLEÓN DENIS

        Cincuenta y ocho años hace que el espíritu de Allan Kardec ha retornado a la vida libre de los espacios,  y durante ese lapso penetró su doctrina hasta las más apartadas  regiones del globo,  reuniendo a millones de adeptos en el conjunto de sus partidarios. Vano fuera enumerar todos los grupos y círculos,  federaciones e institutos que se han fundado;  superfluo sería citar los diarios,  revistas y publicaciones en todas las lenguas que a la difusión de nuestras creencias contribuyen.  Vano y superfluo –decimos–,  porque la lista de ellos sólo pudiera ser provisoria,  ya que a diario aumenta el número de tales organismos y el de sus obras.

        A la hora actual,  la doctrina de los espíritus,  condensada y coordinada por el poderoso cerebro de Allan Kardec,  la adoptan muchedumbres de creyentes y de pensadores,  en el centro y en el mediodía de Europa,  desde Portugal hasta Rumania,  así como en América Central y del Sur.  Institutos y universidades de diversos medios le han otorgado un lugar en sus programas.  Y es dable prever –conforme la evolución general de la espiritualidad– la hora en que la doctrina de las vidas sucesivas ingrese en la enseñanza popular e idealista de los países todos.  Podemos ya calcular la inmensa cifra de los desesperados a quienes dio esta creencia la energía moral ,  el valor de vivir y la confianza en lo futuro,  preservándoles del suicidio;  de todos aquellos a los cuales ha ayudado a soportar sus probaciones,  así como el pesado fardo de existencias oscuras y dolorosas.  De esto poseo yo mismo conmovidos testimonios bajo la forma de cartas que llenan carpetas enteras,  a pesar de que no guardo sino las más importantes.

        Dieciocho años contaba cuando leí El Libro de los Espíritus,  lo que fue como una iluminación repentina de todo mi ser.  No necesité pruebas en apoyo de una doctrina que respondía a la totalidad de las preguntas y resolvía los problemas todos de manera satisfactoria para la razón y para la conciencia (2).  Por lo demás,  las pruebas las tenía en mí mismo:  eran voces lejanas de un pasado olvidado,  todo el mundo de recuerdos despertaba,  con su cortejo de males,  sangre humana y lágrimas.

        Pronto siguieron a aquélla otras lecturas complementarias,  y más tarde,  cuando mi madurez pareció suficiente para comprender,  vinieron los fenómenos convincentes y decisivos.  Por mi parte,  casi medio siglo he trabajado en la divulgación de nuestras creencias,  ya por medio de la pluma,  ya con la palabra.

        ¿Existe un vínculo misterioso entre discípulo y Maestro?  Notemos que mi nombre está incluído en el de Allan Kardec,  quien en realidad se llamaba Hipólito León Denizard Rivail.  Los aficionados a números y nombres proféticos pueden hallar en esto materia para comentarios.

        Varias veces me encontré con Allan Kardec en el plano terrestre.  La primera fue en Tours,  cuando hacia 1867 marchó allá,  en el curso de una gira de conferencias.  Para recibirle habíamos alquilado una sala,  mas la desconfiada policía imperial nos prohibió utilizarla.  Fue menester que nos reuniésemos en el jardín de un amigo,  a la claridad de las estrellas.  Eramos fácilmente  trescientos,  de pie y apretados,  pisoteando los arriates,  pero dichosos de ver y escuchar al Maestro,  quien se hallaba sentado ante una mesita en medio de nosotros y nos hablaba del fenómeno de las obsesiones.

        Al día siguiente,  cuando fui a presentarle mis respetos,  le hallé en ese mismo jardín,  subido en un banquillo y cosechando cerezas que entregaba a su esposa.  Esta bucólica escena,  llena de encanto,  contrastaba con la gravedad de los personajes. (3)

        Posteriormente le vi en Bonneval,  Eure-Loir,  adonde había ido a fin de participar en un mitin espiritista que reunía a todos los adeptos de la comarca.  Por último,  en París,  en mis viajes a la capital,  pude conversar  con él sobre la causa que nos es cara.

        Muerto Allan Kardec en 1869,  se ha pretendido que reencarnara en el Havre,  en 1897,  pero ello es inexacto.  Porque ¿cómo un espíritu  de tal valer habría esperado treinta años para revelarse en la medida de sus facultades y de su providencial misión?

        Sólo poco antes del Congreso de 1925 comenzó el gran iniciador a manifestarse en nuestro grupo,  por vía mediúmnica.  Vistas mi edad y mis enfermedades,  vacilaba yo a la sazón en participar de esas importantes sesiones del Espiritismo Mundial,  pero él me persuadió que lo hiciera,  con argumentos y con la fuerza toda de su voluntad.  Y en tanto dicho Congreso duró,  sentí su sostén fluídico y la eficacia de sus inspiraciones.

        Desde entonces no ha cesado de intervenir en todas nuestras sesiones,  insistiendo en la necesidad de que redactara y publicase un libro acerca de El Genio Céltico y el Mundo Invisible (4), a fin de demostrar que el actual movimiento espiritualista no constituye otra cosa que un despertar potente de las tradiciones de nuestra raza.  Lo cual no asombrará de parte de un druida reencarnado,  que quiso tener un dolmen por losa sepulcrar en el cementerio del Père-Lachaise,  y que había tornado a usar su nombre céltico.

        Allan Kardec ha hecho todavía más:  nos ocupó dictándonos una serie completa de mensajes que se encuentran al final de mi libro y algunos de de los cuales se elevan hasta el límite extremo de la comprensión humana .  Dos de ellos adoptan,  en especial,  este carácter,  y tienen por título:  “Origen y evolución de la vida universal.  Las fuerzas radiantes del espacio.  El campo magnético vibratorio”.  Nuestros guías nos declaran que todo lector podrá extraer de esta obra  una orientación nueva que,  “en el estadio de evolución a que hemos llegado,  es la única compatible con el grado de resistencia del cerebro humano”.

        Añadamos,  por último,  que en el transcurso de numerosas conversaciones me ha dado el espíritu de Allan Kardec pruebas incontestables de su identidad,  entrando en pormenores precisos acerca de su sucesión y de las dificultades que la misma acarreara;  detalles éstos que no podía el médium conocer,  puesto que se referían a un tiempo en que era él tan sólo una criatura,  cuyos padres ignoraban por entero el Espiritismo.  Tales hechos se habían incluso borrado de mi memoria y no pude reconstruirlos sino después de algunas búsquedas e investigaciones.

        Una vez más se ha inclinado el discípulo ante la imperiosa voluntad del Maestro.  A despecho de mi avanzada edad y mi ceguera (5) he podido concluir El Genio Céltico…,  cosa que tanto deseaba.  Y en el decurso de ese trabajo me han sostenido,  ayudado e iluminado más que nunca mis amigos invisibles,  y más que nunca también sentí que mi última obra–exigida desde lo alto–es en verdad el resultado de estrecha colaboración entre dos servidores de una sola y misma causa.  ¿Colaboración,  dije?  Es más aún:  se trata más bien de la comunión completa de dos almas que persiguen un objetivo común,  cual es la difusión universal de una creencia llamada a adaptarse a la mentalidad moderna.

        Nada detendrá al Espiritismo en su marcha,  porque es él la verdad.  Y no está lejano el día en que la humanidad entera vea en Allan Kardec un precursor y un renovador del pensamiento moderno,  rindiéndole los homenajes que a su memoria se deben.

                                           León Denis

NOTAS COMPLEMENTARIAS:

(1) En su obra León Denis, L´apôtre du Spiritism, París, 1928,  dice Gastón Luce:

“León Denis acababa de dictar las últimas líneas del prefacio que le pidiera el señor Jean Meyer (el editor) para una nueva edición de la Biografía dÁllan Kardec, cuando se vió obligado a guardar cama”.   Días después se le declaró la neumonía que iba a llevarle a la tumba.  Conservó,  emperro,  su lucidez hasta el fin,  y sus postreras palabras fueron:  “Hay que terminar,  resumir y… conclusión”,  refiriéndose precisamente a este prefacio.  Agregó aún: “Envíelo a Meyer…el 15”.  Falleció ese día sin decir nada más.  Las que van a leerse  son,  pues,  las páginas póstumas de León Denis.

(2) En el libro que mencionamos,  expresa Gastón Luce que Denis,  muy aficionado desde niño a contemplar los escaparates de los libreros,  vio cierto día en uno de ellos esa “obra de título inusitado y turbador.  Era El Libro de los Espíritus, de Allan Kardec.  ¡Providencial encuentro!”.  Y cita unas líneas alusivas,  tomadas de la “Revista Espírita”,  enero de 1923,  pág 8,  donde el propio Denis dice: “Lo compré al instante y apuré su contenido,  Hallé en él una solución clara,  completa y lógica del problema universal.  Mi convicción fue sólida.  La teoría espiritista disipó mi indiferencia y mis dudas”.  Añade Luce: “El Instructor acababa de encontrar a su discípulo”.

(3) Este mismo relato ,  si bien más pormenorizado,  lo hace Denis en el Informe del Congreso de 1925.

(4) El último de los grandes libros de León Denis,  que concluyó porco antes de morir,  en 1927.

(5) Comenzó a sufrir de la vista en su juventud,  por el uso intenso que hacía de ella en sus estudios,  de noche y con luz deficiente.  Edison no había iluminado aún el mundo con su invento de la lámpara eléctrica.

 

       

BIOGRAFÍA DE ALLAN KARDEC POR HENRI SAUSSE (CONTINUACIÓN)

ImagenTUMBA DE ALLAN KARDEC EN EL CEMENTERIO PÈRE LACHAISE, EN PARÍS, FRANCIA.

        Un punto sobre el cual no he llamado la atención del lector,  pero que debo señalar por vía de conclusión,  es la caridad verdaderamente cristiana de Allan Kardec;  se puede muy bien afirmar de él que su mano izquierda ignoraba el bien que hacía la derecha,  y que ésta no supo tampoco nada de las dentelladas  que aplicaban a la otra aquellos para quienes la gratitud es un fardo asaz pesado de llevar.  Anónimos,  insultos,  traiciones,  descrédito sistemático,  nada se le perdonó a aquel animoso luchador,  a esa alma tan viril y grande,  que ha entrado de inmediato en la inmortalidad.

        Los despojos mortales de Allan Kardec sólo provisoriamente habían sido sepultados en el cementerio de Montmartre.  A raíz de un  acuerdo entre la Sociedad y la viuda de aquél se adquirió un sitio en el cementerio del Père-Lachaise,  y bajo un monumento que figura un dolmen resposan los restos de nuestro amado Maestro,  adonde han ido a reunírsele los de su esposa.

        Tal es,  desde el 31 de marzo de 1870,  el punto de reunión a que acuden cada aniversario los discípulos fieles de Allan Kardec,  dichosos de poder ofrecerle ese testimonio de su afecto y de su gratitud.

        Para honrar su memoria  como lo merece,  esforcémonos en seguir sus consejos y,  sobre todo,  en practicar sus virtudes.  Con este objeto reitero a mis amigos el urgente llamado que les dirigía en El Espiritismo en Lyon:

        Nuestros mayores,  aquellos a quienes la muerte ha abatido en tan gran número en el surco de la vida,  estaban ante todo imbuídos de los principios de Allan Kardec;  habían recibido directamente las lecciones y  principios del fundador de la Filosofía Espiritista y se esforzaban por ponerlos en práctica,  conformando a ellos su conducta.  Estudiando en primer término la moral espírita,  encontraban en ella la fe razonada que ilumina y consuela,  así como la fuerza precisa para soportar las pruebas de la existencia,  las adversidades merecidas o pedidas que nos acompañan en esta tierra de probaciones.

        Para ellos el fenómeno tenía,  por cierto,  el mérito de ser el fundamento del edificio espiritista,  pero la moral que derivaba del fenómeno la conceptuaban muy superior a él .  Después,  las investigaciones científicas o pretensamente tales,  han llevado a los experimentadores al campo fenomenológico.  Nos atenemos mucho más a la manifestación tangible que a la sanción moral que de ella dimana,  y  al proceder de esta suerte atentamos,  en mi opinión,  contra nuestros propios intereses.  De ahí que la creencia razonada,  la fe ardiente y sincera y el sentimiento del deber vayan debilitándose,  siendo reemplazadas por una curiosidad enfermiza,  incapaz de nobles consagraciones,  de impulsos generosos y del anhelo por hacer prosélitos,  del cual encontramos ejemplos en la conducta de nuestros mayores.

        Volvamos,  amigos míos,  a los sentimientos de nuestros antecesores,  a su fe esclarecida y consciente y a su desinterés;  estudiemos ante todo la Filosofía Espiritista,  para conocerla mejor y adecuar a ella nuestro proceder.  Tornemos a ser los adeptos de la tercera categoría de que hablaba Allan Kardec.  No busquemos en el Espiritismo otra cosa que un medio de perfeccionamiento,  de mejorarnos,  y no un tablado de charlatanismo para hacer dinero.

        Seamos fieles discípulos de Allan Kardec;  recordemos que el Maestro ha dicho:  De nada sirve el creer en las manifestaciones del Espiritismo si no conformamos nuestra conducta a sus principioes.  El verdadero espiritista es aquel de quien se puede decir:  Es mejor hoy que ayer.  Que sea éste el sólo juicio que puedan formarse de nosotros ,  si queremos ser dignos de nuestros antepasados,  si deseamos ser los verdaderos discípulos de Allan Kardec.

        Elevemos nuestros corazones,  amigos míos;  unámonos,  sostengámonos y ayúdemonos en la búsqueda del bien y de lo bello,  para que triunfen la justicia y la verdad y en pro de la difusión cada vez mayor de la Filosofía Espiritista,  tal como Allan Kardec nos enseñara..