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ALLAN KARDEC EN WIKIPEDIA

Allan Kardec

Allan Kardec
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Nacimiento 3 de octubre de 1804
Bandera de Francia Lyon, Francia
Fallecimiento 31 de marzo de 1869 (64 años)
París (Francia)
Nacionalidad francesa
Campo espiritismo
Sociedades Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas
Cónyuge Amelia Gabriela Boudet

Allan Kardec (n. Lyon, 3 de octubre de 1804 – m. París, 31 de marzo de 1869, inhumado en entierro civil el 2 de abril) fue el seudónimo del pedagogo francés Hippolyte Léon Denizard Rivail, quien es conocido hoy como el sistematizador del Espiritismo.

Biografía y obra

Hizo sus primeros estudios en Lyon y los completó en Yverdon (Suiza), como discipulo y colaborador de Pestalozzi, conocido pedagogo suizo.

Rivail nunca cursó estudios universitarios, pero ejercio como profesor de enseñanza secundaria siguiendo el modelo de Pestalozzi. Rivail afirma en su autobiografia hablar alemán, inglés, italiano español y holandés.1 En 1831 pasó a formar parte de la Real Academia de Arras. En 1824 ya se había trasladado a París, donde se dedicó a la enseñanza. Lo hizo primero en la institución fundada por él mismo sobre el modelo del Centro de Pestalozzi, y más tarde de forma privada, cuando problemas económicos le obligaron a la liquidación de su instituto y a desenvolverse como tenedor de libros y como contable de tres casas de comercio, además de ocuparse en la traducción de obras inglesas y alemanas.2 Contrajo matrimonio en 1832 con la institutriz Amelia Boudet, nueve años mayor que él, y fue en este periodo de su vida cuando elaboró y publicó, los siguientes libros:

  • 1828: Plan propuesto para el mejoramiento de la instrucción pública.
  • 1829: Curso práctico y teórico de Aritmética, según el Método de Pestalozzi, con modificaciones.
  • 1831: Gramática francesa clásica.
  • 1846: Manual de los exámenes para los diplomas de capacidad.
  • 1848: Catecismo gramatical de la lengua francesa.

Un segundo periodo biográfico comenzó para Rivail cuando, en 1854, oyó hablar por primera vez del fenómeno de las “mesas parlantes”, al que solo empezó a conceder crédito tras haber sido testigo, en mayo de 1855, de inexplicables fenómenos relacionados con mesas ambulatorias y giratorias o “danzantes”, así como con la llamada “escritura automática”. Persuadido de la existencia de una región espiritual habitada por almas inmortales desencarnadas con las que era posible comunicarse, Rivail se decidió a examinar una voluminosa colección de escritos psicográficos que le proporcionaron amigos espiritistas interesados en su juicio y empezó a asistir con regularidad a sesiones, preparado siempre con una serie de preguntas que le eran respondidas de “manera precisa, profunda y lógica”, a través de los sujetos a los que el Espiritismo denomina “médiums”, porque actúan como intermediarios en las comunicaciones con las supuestas almas desencarnadas. Toda esta materia, debidamente “repasada y corregida” por la entidad espiritual que se identificó ante Rivail como “la Verdad”, sirvió de base al cuerpo de doctrina de El libro de los espíritus, su obra aparecida el 18 de abril de 1857, cuya primera edición se agotó en pocos días, llegándose a la décimo sexta3 en vida del autor. En los Prolegómenos de esta obra se lee: “Los Espíritus anuncian que los tiempos designados por la Providencia para una manifestación universal han llegado ya, y que siendo ministros de Dios y agentes de su voluntad, su misión es la de instruir e ilustrar a los hombres, abriendo una nueva era a la regeneración de la humanidad. Este libro es la recopilación de su enseñanza.”

El éxito de El Libro de los Espíritus propició la fundación de la Revue Spirite y la constitución formal, en 1858, de la Sociedad Espiritista de París, que Rivail presidiría hasta su muerte.

Su “espíritu protector” le había informado de que en una existencia previa, en el tiempo de los druidas, ambos se habían conocido en la Galia y él se llamaba “Allan Kardec”. El Libro de los Espíritus fue el primer trabajo en que el autor sustituyó por este su nombre real, y el acta de nacimiento del Espiritismo latino, que, a diferencia del anglosajón, defiende el supuesto reencarnacionista, particularmente como explicación del origen de las desigualdades entre los hombres, con frecuencia aparentemente injustas. Los espíritus -escribe Hereward Carrington- “que se comunican a través de los médiums franceses aseguran que la reencarnación es un hecho, en tanto que los que hablan por boca de los médiums ingleses y americanos declaran que no es cierto. ¿Cómo podemos conjugar esas discrepancias? (…) son un verdadero obstáculo para muchos espiritistas (…). Los espíritus afirman que después de la muerte no son omniscientes. Por el contrario, llegan a la otra vida con todos sus prejuicios, creencias y opiniones (…) se limita(n) a expresar su propia creencia, que puede o no ser verdad”.4

Desde el principio, Allan Kardec afirmó “que los Espíritus, siendo simplemente las almas de los hombres, no tienen ni conocimiento supremo ni sabiduría suprema; que su inteligencia depende del progreso que hayan hecho y que su opinión no es más que una opinión personal”, por lo que “no se debe dar ciegamente crédito a todo lo que dicen los Espíritus”.5 A lo largo de sus escritos habla de espíritus superiores e inferiores: “encuéntranse en el mundo de los Espíritus, como en la tierra, todos los géneros de perversidad y todos los grados de superioridad intelectual y moral”:6 espíritus buenos y malos, espíritus menores, espíritus malvados y rebeldes, espíritus errantes, espíritus vulgares y espíritus mentirosos “que usurpan a menudo nombres conocidos y venerados” y “dicen haber sido Sócrates, Julio César, Carlomagno, Fenelon, Napoleón, Washington, etc.” La “comprobación que de su identidad puede tenerse (…) es, efectivamente, difícil; pero si no puede conseguirse tan auténtica como la que resulta de un acta del estado civil, puédese obtenerla presuntiva, por lo menos, con arreglo a ciertos indicios”.7 En Qué es el Espiritismo, Rivail también admite que algunos espíritus son “mentirosos, fraudulentos, hipócritas, malvados y vengativos” y capaces de utilizar lenguaje grosero. Autores espiritistas posteriores han repetido advertencias en el mismo sentido, que apoyan la afirmación de Allan Kardec: “la sustitución de los Espíritus (…) es una de las dificultades del Espiritismo práctico; pero nunca hemos dicho que la ciencia espiritista fuese fácil, ni que se la pueda alcanzar bromeando, siendo en este punto igual a otra ciencia cualquiera”.8

Nuevas obras serían sustanciales en la labor de sistematización de las ideas espíritas o espiritistas, ideas que, siendo la clave de su interpretación de las religiones, de orientación unificadora, Allan Kardec no consideraba de índole propiamente religiosa, sino científica, por no estar fundadas en fe ni revelación sobrenatural algunas, sino en la reflexión sobre el hecho de experiencia de las comunicaciones de los propios seres fallecidos: “El Espiritismo es a la vez una ciencia de observación y una doctrina filosófica. Como ciencia práctica, consiste en relaciones que pueden establecerse con los Espíritus; como doctrina filosófica, comprende todas las consecuencias morales que se desprenden de semejantes relaciones. Podríamos definirlo así: El Espiritismo es la ciencia que trata de la naturaleza, origen y destino de los espíritus y de sus relaciones con el mundo corporal.”9 Las principales entre las obras aludidas fueron: El Libro de los Médiums (1860), Qué es el Espiritismo (1862), El Evangelio según el Espiritismo (1864), El Cielo y el Infierno o la Justicia divina según el Espiritismo (1865), La génesis, los milagros y las profecías según el Espiritismo (1867). Han aparecido, asimismo, ediciones póstumas.

Es interesante que las exposiciones de Allan Kardec viesen la luz en años próximos a los de la aparición de obras como Manifiesto del Partido Comunista de K. Marx y F. Engels o El origen de las especies, de Ch. Darwin, mientras se asistía al momento de esplendor del Positivismo y el materialismo filosóficos y científicos. En relación con el primero, Allan Kardec presentó su “nueva doctrina filosófica” como respondiendo “a las aspiraciones del hombre respecto del porvenir; pero como apoya la teoría de éste en bases positivas y racionales, se amolda al espíritu positivista del siglo”, haciendo “sus prosélitos precisamente en la clase ilustrada, y esto en todos los países del mundo”.10 En cuanto al segundo, la coincidencia del Espiritismo con la Iglesia Católica en su oposición al materialismo, así como en la moral centrada en la caridad, le hacían incomprensible la, por otra parte, coherente condena de Roma, formalizada en la inclusión, en 1864, de las obras de Kardec en el entonces vigente Índice de libros prohibidos. El rechazo eclesiástico ya había dado lugar, por ejemplo, a la quema de 300 libros espiritistas llevada a cabo en 1861 en Barcelona, tras haber sido confiscados por el obispo de esta diócesis a través del Santo Oficio.11 “El Espiritismo”, escribe Rivail, “es la prueba patente de la existencia del alma, de su individualidad después de la muerte, de su inmortalidad y de su suerte verdadera; es, pues, la destrucción del materialismo, no con razonamiento, sino con hechos.”12

Referencias

  1. Jump up “Biografía de Allan Kardec”, en: Allan Kardec: Qué es el Espiritismo, ed. Kier, Buenos Aires, 1976, p 134
  2. Jump up Ob. cit., pp. 134-135
  3. Jump up El químico y astrónomo Camille Flammarion recordó este dato en su Discurso pronunciado ante la tumba de Allan Kardec. En Allan Kardec: Qué es el Espiritismo, ed. cit., p. 126
  4. Jump up Carrington, H.: Parapsicología y mediumnismo. Eds. Picazo, Barcelona, 1981, p. 46
  5. Jump up Qué es el Espiritismo, ed. cit., p. 52
  6. Jump up Ob, cit., p. 91
  7. Jump up Allan Kardec: El Libro de los Espíritus, Introducción, XII. Editores Mexicanos Unidos, México, 1976, p. XXXVI
  8. Jump up El Libro de los Espíritus., ed. cit., pp. XXXVIII-XXXIX
  9. Jump up Qué es el Espiritismo, Prólogo. Ed. cit., p. 8
  10. Jump up Ob. cit., p. 32
  11. Jump up “Biografía de Allan Kardec”, ed. cit., pp 147-148
  12. Jump up Qué es el Espiritismo, ed. cit., p. 54

Véase también

Enlaces externos

About René Dayre Abella Hernández

Desde pequeño fui testigo de fenómenos de carácter paranormal que se daban en mi entorno y en mi propia persona, lo que me llevó a investigarlos desde un ángulo y una perspectiva rigurosa. Establecí contacto con estudiosos de la casuística paranormal que juzgaban estos fenómenos desde una óptica dialectico-materialista, muy acorde con los tiempos y el panorama ideológico que imperaba en mi país. Más adelante en la medida que estos fenómenos paranormales se acentuaron con mayor peso y asiduidad en mi persona quise encontrales una solución fuera del esquema mecánico organicista. De esta manera fui trillando caminos en la búsqueda de una respuesta lógica, pero trascendente del fenómeno. Ingresé como miembro activo de la Sociedad Teosófica, a la vez que establecía nexos y vínculos con espíritas que me mostraron una exposición más actualizada de la Doctrina Espírita tal como la codificó el Maestro Allan Kardec, pero dentro del contexto paradigmático de nuestros días. Muchas de mis vivencias de carácter trascendental o pananormal las he relatado en mi libro de crónicas y memorias Banes: La Piel de la Memoria. En estos momentos me considero un espírita convencido y me propongo de manera muy humilde reivindicar la naturaleza prístina del Espiritsmo racionalista, laico e iconoclasta que codificó Allan Kardec, cuando enmarcó su sistema filosófico y científico dentro del contexto positivista de las ciencias, desarrollado por Augusto Compte, muy en boga en su época, de las distorsiones que por ignorancia o mala fe han arrojado sobre él las masas y el gran público. Además del Espiritismo me apasionan los temas concernientes a la psicología transpersonal, particularmente el pensamiento desarrollado por Roberto Assagioli, la psicología profunda de Jung, y la transcomunicación instrumental.

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