POLÉMICAS ESPIRITISTAS

En alguna ocasión hemos dicho que si a día de hoy nos preguntasen cuál fue la mayor aportación del maestro Allan Kardec, diríamos que más allá de su labor de sistematizador de las enseñanzas de los espíritus y definidor de las bases de esta ciencia filosofía y moral, su más importante legado es su ACTITUD.

Y es que desde la actitud adecuada llegará el conocimiento adecuado; sin embargo, el conocimiento adecuado en manos de una actitud inadecuada degenera irremediablemente. De ello, desgraciadamente, tenemos muchos  ejemplos, incluso en las filas del movimiento espiritista.

El siguiente artículo, de la autoría del maestro lionés, publicado en la Revue Spirite en su número de Noviembre de 1858  es una demostración más de esa ACTITUD intelectual y moral de altos vuelos de la que Kardec hizo gala y que una vez reivindicamos y que nos gustaría fuera reverdecida de forma permanente  en la labores del Movimiento Espiritista.

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POLÉMICA ESPIRITISTA

Se nos ha preguntado varias veces porqué no respondemos, en nuestro periódico, a los ataques de ciertas publicaciones dirigidas contra el Espiritismo en general, contra sus partidarios, y de alguna forma incluso contra nosotros. Nosotros creemos que, en ciertos casos, el silencio es la mejor respuesta.

Es por otra parte un género de polémica que nosotros hemos tomado la decisión de abstenernos, pues puede degenerar en personalismos; no solamente nos repugna, sino que nos tomaría un tiempo que podríamos emplearlo útilmente, y sería poco interesante para nuestros lectores, que se asocian para instruirse y no para oír diatribas más o menos espirituales; una vez asumido en este camino, sería difícil de salir, es por lo que nosotros preferimos no entrar, y pensamos que el Espiritismo sólo ganará en dignidad. Nosotros no tenemos hasta el presente más que aplaudir nuestra moderación; no nos desbiaremos, y no daremos jamás satisfacción a los amantes del escándalo.

Pero hay polémica y polémica; hay una de la cuál no recusaremos nunca: es la discusión seria de los principios que profesamos. De todas formas, es aquí incluso donde hay una distinción que hacer; se trata apenas de ataques generales, dirigidos contra la doctrina, sin ningún objetivo determinado que el de criticar, y por parte de personas que toman una postura de rechazar todo lo que no comprenden, no merecen mayor atención; el terreno que gana cada día el Espiritismo es una respuesta suficientemente perentoria y que les debe probar que sus sarcasmos no producen un gran efecto; también resaltamos que las burlas interminables de que hasta poco tiempo eran víctimas los simpatizantes de la doctrina espírita se extinguen poco a poco. Preguntamos si existen motivos para reir cuando vemos las ideas nuevas adoptadas por tantas personas eminentes; algunos no ríen más que al principio y por costumbre, mientras otros, absolutamente no ríen más y esperan.

Observamos todavía que, entre los críticos, hay muchas personas que hablan sin conocer el asunto, sin importarles profundizar; para responderles es necesario recomenzar sin cesar las explicaciones más elementales y repetir lo que hemos escrito, algo que nosotros creemos inútil. Lo mismo no ocurre con aquellos que han estudiado y que no han comprendido todo, aquellos que quieren seriamente esclarecerse, que levantan objeciones conociendo la causa y de buena fe; sobre este terreno nosotros aceptamos la controversia, sin adularnos por resolver todas las dificultades, lo que sería demasiado presuntuoso. La ciencia espírita se encuentra en su comienzo, y no nos han dicho aún sus secretos, por mayores que sean algunas maravillas que nos han desvelado. ¿ Qué ciencia no tiene hechos aún misteriosos e inexplicables? Nosotros confesaremos sin vergüenza nuestra insuficiencia sobre todos los puntos a los cuales no nos sea posible responder. Así, lejos de rechazar las objeciones y las preguntas, nosotros las solicitamos, con tal que no sean inútiles y no nos hagan perder nuestro tiempo en futilidades, porque es un medio de esclarecer.

Es ahí a lo que nosotros llamamos una polémica útil, y lo será siempre que tenga lugar entre personas serias que se respeten bastante para no apartarse de conveniencias.

Se puede pensar diferentemente y no por ello estimarse menos. ¿Qué buscamos todos, en definitiva, en esta cuestión tan palpitante y tan fecunda del Espiritismo? Para esclarecernos: nosotros, desde el primero al último, buscamos la luz, algo de ella, y, si nosotros emitimos nuestra manera de ver, no es más que una opinión individual que no pretendemos imponer a nadie; nosotros la entregaremos a la discusión , y estamos todos dispuestos a renunciar si se nos demuestra que estamos en el error. Esta polémica nos la hacemos todos los días en nuestra Revista por las respuestas o las refutaciones colectivas que nos embarga en el deber de hacer un propósito en tal o cuál artículo, y aquellos que nos hacen el honor de escribirnos trayéndonos siempre la respuesta a lo que nosotros pedimos, a pesar de no poder darla individualmente por escrito, pues el tiempo material no nos lo permite siempre. Sus preguntas y sus objeciones están sujetas al estudio que aprovechamos para nosotros mismos y que estamos felices de aprovecharlo con nuestros lectores tratándolos a medida que las circunstancias conducen los hechos que puedan tener provecho.

Es un placer para nosotros igualmente dar verbalmente las explicaciones que nos puedan ser pedidas por las personas que nos honran con su visita, y en las conferencias imprimen una benevolencia recíproca en las cuales nos esclarecemos mutuamente.

TOMADO DE: http://grupoespiritaisladelapalma.wordpress.com/2013/10/22/polemicas-espiritistas/

BIOGRAFÍA DE ALLAN KARDEC POR HENRI SAUSSE (CONTINUACIÓN)

AMELIE BOUDET

    A estas noticias tomadas de las Obras póstumas de Allan Kardec conviene agregar que,  al principio,  el señor Rivail,  lejos de ser un entusiasta de tales manifestaciones,  y absorbido además por sus otras tareas,  estuvo a punto de abanadonar aquellas,  lo cual hubiera hecho tal vez de no mediar los insistentes requerimientos de los señores Carlotti,  René Taillandier–miembro de la Academia de Ciencias–,  Tiedeman-Manthese,  Sardou padre e hijo,  y Didier,  el editor,  quienes proseguían desde hacía cinco años el estudio de estos fenómenos y habían reunido cincuenta cuadernos con diversas comunicaciones,  que no conseguían ordenar.

    Conociendo las vastas y peregrinas aptitudes de síntesis que el señor Rivail poseía,  le remitieron aquellos cuadernos mencionados,  solicitándole tomara conocimiento de su contenido y los pusiese en orden.

    Tal trabajo resultaba arduo  y exigía,  a la par,  mucho tiempo,  a raíz de los vacíos y oscuridades de las comunicaciones,  de modo que el sabio enciclopedista rehusaba una tarea tan enojosa y absorvente,  que distraería de sus otras ocupaciones.

    Una noche su espíritu protector Z tuvo con él,  por vía mediúmnica,  una comunicación completamente personal,  en la que entre otras cosas le decía haberle conocido en una vida anterior,  cuando en tiempos de los druidas vivían ambos juntos en las Galias;  en aquella época el señor Rivail se llamaba Allan kardec,  y como la amistad que había sentido por él se había acrecentado,  el le prometía ahora secundarle en la importantísima tarea para la cual se le solicitaba y que lograría llevar fácilmente a cabo.

    El señor Rivail se puso,  pues,  a la obra:  tomó los cuadernos,  los anotó con cuidado,  después de atenta lectura,  suprimió las repeticiones,  poniendo en forma correcta los dictados,   así como la relación de cada sesión,  indicó los blancos por llenar y las anfibologías que se debían esclarecer,  preparando asimismo las preguntas requeridas para obtener el resultado.

    “Hasta entonces –dice él mismo–,  las sesiones verificadas en casa del señor Baudin no tenían un objeto determinado,  y yo me propuse resolver por su intermedio las cuestiones que me interesaban desde el punto de vista de la filosofía,  la psicología y la naturaleza del mundo invisible;  llegaba yo a cada sesión, pues,  con una serie de preguntas preparadas y metódicamente ordenadas;  siempre me contestaron con precisión y profundidad y de una manera lógica.  Desde aquel momento las sesiones tuvieron muy diverso carácter;  entre los asistentes había personas serias,  que timaron por ellas vivo interés,  y que si llegaba yo a faltar estaban como desocupadas,  porque los asuntos fútiles habían perdido su atractivo para la mayoría.  Yo no tenía en vista,  primero,  más que mi propia instrucción,  pero más tarde,  cuando comprendía que todo aquello formaba un conjunto  y tomaba las proporciones de una doctrina,  tuve la idea de publicarlo para instrucción de todo el mundo.  Son las mismas cuestiones que,  sucesivamente desarrolladas y completadas constituyen la base de El Libro de los Espíritus”.