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ALLAN KARDEC EN WIKIPEDIA
Allan Kardec
Allan Kardec | |
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Nacimiento | 3 de octubre de 1804 Lyon, Francia |
Fallecimiento | 31 de marzo de 1869 (64 años) París (Francia) |
Nacionalidad | francesa |
Campo | espiritismo |
Sociedades | Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas |
Cónyuge | Amelia Gabriela Boudet |
Allan Kardec (n. Lyon, 3 de octubre de 1804 – m. París, 31 de marzo de 1869, inhumado en entierro civil el 2 de abril) fue el seudónimo del pedagogo francés Hippolyte Léon Denizard Rivail, quien es conocido hoy como el sistematizador del Espiritismo.
Biografía y obra
Hizo sus primeros estudios en Lyon y los completó en Yverdon (Suiza), como discipulo y colaborador de Pestalozzi, conocido pedagogo suizo.
Rivail nunca cursó estudios universitarios, pero ejercio como profesor de enseñanza secundaria siguiendo el modelo de Pestalozzi. Rivail afirma en su autobiografia hablar alemán, inglés, italiano español y holandés.1 En 1831 pasó a formar parte de la Real Academia de Arras. En 1824 ya se había trasladado a París, donde se dedicó a la enseñanza. Lo hizo primero en la institución fundada por él mismo sobre el modelo del Centro de Pestalozzi, y más tarde de forma privada, cuando problemas económicos le obligaron a la liquidación de su instituto y a desenvolverse como tenedor de libros y como contable de tres casas de comercio, además de ocuparse en la traducción de obras inglesas y alemanas.2 Contrajo matrimonio en 1832 con la institutriz Amelia Boudet, nueve años mayor que él, y fue en este periodo de su vida cuando elaboró y publicó, los siguientes libros:
- 1828: Plan propuesto para el mejoramiento de la instrucción pública.
- 1829: Curso práctico y teórico de Aritmética, según el Método de Pestalozzi, con modificaciones.
- 1831: Gramática francesa clásica.
- 1846: Manual de los exámenes para los diplomas de capacidad.
- 1848: Catecismo gramatical de la lengua francesa.
Un segundo periodo biográfico comenzó para Rivail cuando, en 1854, oyó hablar por primera vez del fenómeno de las “mesas parlantes”, al que solo empezó a conceder crédito tras haber sido testigo, en mayo de 1855, de inexplicables fenómenos relacionados con mesas ambulatorias y giratorias o “danzantes”, así como con la llamada “escritura automática”. Persuadido de la existencia de una región espiritual habitada por almas inmortales desencarnadas con las que era posible comunicarse, Rivail se decidió a examinar una voluminosa colección de escritos psicográficos que le proporcionaron amigos espiritistas interesados en su juicio y empezó a asistir con regularidad a sesiones, preparado siempre con una serie de preguntas que le eran respondidas de “manera precisa, profunda y lógica”, a través de los sujetos a los que el Espiritismo denomina “médiums”, porque actúan como intermediarios en las comunicaciones con las supuestas almas desencarnadas. Toda esta materia, debidamente “repasada y corregida” por la entidad espiritual que se identificó ante Rivail como “la Verdad”, sirvió de base al cuerpo de doctrina de El libro de los espíritus, su obra aparecida el 18 de abril de 1857, cuya primera edición se agotó en pocos días, llegándose a la décimo sexta3 en vida del autor. En los Prolegómenos de esta obra se lee: “Los Espíritus anuncian que los tiempos designados por la Providencia para una manifestación universal han llegado ya, y que siendo ministros de Dios y agentes de su voluntad, su misión es la de instruir e ilustrar a los hombres, abriendo una nueva era a la regeneración de la humanidad. Este libro es la recopilación de su enseñanza.”
El éxito de El Libro de los Espíritus propició la fundación de la Revue Spirite y la constitución formal, en 1858, de la Sociedad Espiritista de París, que Rivail presidiría hasta su muerte.
Su “espíritu protector” le había informado de que en una existencia previa, en el tiempo de los druidas, ambos se habían conocido en la Galia y él se llamaba “Allan Kardec”. El Libro de los Espíritus fue el primer trabajo en que el autor sustituyó por este su nombre real, y el acta de nacimiento del Espiritismo latino, que, a diferencia del anglosajón, defiende el supuesto reencarnacionista, particularmente como explicación del origen de las desigualdades entre los hombres, con frecuencia aparentemente injustas. Los espíritus -escribe Hereward Carrington- “que se comunican a través de los médiums franceses aseguran que la reencarnación es un hecho, en tanto que los que hablan por boca de los médiums ingleses y americanos declaran que no es cierto. ¿Cómo podemos conjugar esas discrepancias? (…) son un verdadero obstáculo para muchos espiritistas (…). Los espíritus afirman que después de la muerte no son omniscientes. Por el contrario, llegan a la otra vida con todos sus prejuicios, creencias y opiniones (…) se limita(n) a expresar su propia creencia, que puede o no ser verdad”.4
Desde el principio, Allan Kardec afirmó “que los Espíritus, siendo simplemente las almas de los hombres, no tienen ni conocimiento supremo ni sabiduría suprema; que su inteligencia depende del progreso que hayan hecho y que su opinión no es más que una opinión personal”, por lo que “no se debe dar ciegamente crédito a todo lo que dicen los Espíritus”.5 A lo largo de sus escritos habla de espíritus superiores e inferiores: “encuéntranse en el mundo de los Espíritus, como en la tierra, todos los géneros de perversidad y todos los grados de superioridad intelectual y moral”:6 espíritus buenos y malos, espíritus menores, espíritus malvados y rebeldes, espíritus errantes, espíritus vulgares y espíritus mentirosos “que usurpan a menudo nombres conocidos y venerados” y “dicen haber sido Sócrates, Julio César, Carlomagno, Fenelon, Napoleón, Washington, etc.” La “comprobación que de su identidad puede tenerse (…) es, efectivamente, difícil; pero si no puede conseguirse tan auténtica como la que resulta de un acta del estado civil, puédese obtenerla presuntiva, por lo menos, con arreglo a ciertos indicios”.7 En Qué es el Espiritismo, Rivail también admite que algunos espíritus son “mentirosos, fraudulentos, hipócritas, malvados y vengativos” y capaces de utilizar lenguaje grosero. Autores espiritistas posteriores han repetido advertencias en el mismo sentido, que apoyan la afirmación de Allan Kardec: “la sustitución de los Espíritus (…) es una de las dificultades del Espiritismo práctico; pero nunca hemos dicho que la ciencia espiritista fuese fácil, ni que se la pueda alcanzar bromeando, siendo en este punto igual a otra ciencia cualquiera”.8
Nuevas obras serían sustanciales en la labor de sistematización de las ideas espíritas o espiritistas, ideas que, siendo la clave de su interpretación de las religiones, de orientación unificadora, Allan Kardec no consideraba de índole propiamente religiosa, sino científica, por no estar fundadas en fe ni revelación sobrenatural algunas, sino en la reflexión sobre el hecho de experiencia de las comunicaciones de los propios seres fallecidos: “El Espiritismo es a la vez una ciencia de observación y una doctrina filosófica. Como ciencia práctica, consiste en relaciones que pueden establecerse con los Espíritus; como doctrina filosófica, comprende todas las consecuencias morales que se desprenden de semejantes relaciones. Podríamos definirlo así: El Espiritismo es la ciencia que trata de la naturaleza, origen y destino de los espíritus y de sus relaciones con el mundo corporal.”9 Las principales entre las obras aludidas fueron: El Libro de los Médiums (1860), Qué es el Espiritismo (1862), El Evangelio según el Espiritismo (1864), El Cielo y el Infierno o la Justicia divina según el Espiritismo (1865), La génesis, los milagros y las profecías según el Espiritismo (1867). Han aparecido, asimismo, ediciones póstumas.
Es interesante que las exposiciones de Allan Kardec viesen la luz en años próximos a los de la aparición de obras como Manifiesto del Partido Comunista de K. Marx y F. Engels o El origen de las especies, de Ch. Darwin, mientras se asistía al momento de esplendor del Positivismo y el materialismo filosóficos y científicos. En relación con el primero, Allan Kardec presentó su “nueva doctrina filosófica” como respondiendo “a las aspiraciones del hombre respecto del porvenir; pero como apoya la teoría de éste en bases positivas y racionales, se amolda al espíritu positivista del siglo”, haciendo “sus prosélitos precisamente en la clase ilustrada, y esto en todos los países del mundo”.10 En cuanto al segundo, la coincidencia del Espiritismo con la Iglesia Católica en su oposición al materialismo, así como en la moral centrada en la caridad, le hacían incomprensible la, por otra parte, coherente condena de Roma, formalizada en la inclusión, en 1864, de las obras de Kardec en el entonces vigente Índice de libros prohibidos. El rechazo eclesiástico ya había dado lugar, por ejemplo, a la quema de 300 libros espiritistas llevada a cabo en 1861 en Barcelona, tras haber sido confiscados por el obispo de esta diócesis a través del Santo Oficio.11 “El Espiritismo”, escribe Rivail, “es la prueba patente de la existencia del alma, de su individualidad después de la muerte, de su inmortalidad y de su suerte verdadera; es, pues, la destrucción del materialismo, no con razonamiento, sino con hechos.”12
Referencias
- Jump up ↑ “Biografía de Allan Kardec”, en: Allan Kardec: Qué es el Espiritismo, ed. Kier, Buenos Aires, 1976, p 134
- Jump up ↑ Ob. cit., pp. 134-135
- Jump up ↑ El químico y astrónomo Camille Flammarion recordó este dato en su Discurso pronunciado ante la tumba de Allan Kardec. En Allan Kardec: Qué es el Espiritismo, ed. cit., p. 126
- Jump up ↑ Carrington, H.: Parapsicología y mediumnismo. Eds. Picazo, Barcelona, 1981, p. 46
- Jump up ↑ Qué es el Espiritismo, ed. cit., p. 52
- Jump up ↑ Ob, cit., p. 91
- Jump up ↑ Allan Kardec: El Libro de los Espíritus, Introducción, XII. Editores Mexicanos Unidos, México, 1976, p. XXXVI
- Jump up ↑ El Libro de los Espíritus., ed. cit., pp. XXXVIII-XXXIX
- Jump up ↑ Qué es el Espiritismo, Prólogo. Ed. cit., p. 8
- Jump up ↑ Ob. cit., p. 32
- Jump up ↑ “Biografía de Allan Kardec”, ed. cit., pp 147-148
- Jump up ↑ Qué es el Espiritismo, ed. cit., p. 54
Véase también
Enlaces externos
- Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Allan Kardec.
- Wikisource contiene obras originales de Allan Kardec.
- Obras de Allan Kardec en Domínio Público.
- El Libro de los Espíritus – Allan Kardec (PDF file)
- El Libro de los Médiums – Allan Kardec (PDF file)
- Qué es el Espiritismo – Allan Kardec (PDF file)
- Web biográfica dedicada a Allan Kardec
- Allan Kardec en Biblioteca Upasika
- Divulgación del Espiritismo en Argentina de Allan Kardec
- Libros de Espiritismo de Allan Kardec
- [1] (Comunidad de la Doctrina Espírita de Estudios y Divulgación).
- Foro de Espiritismo (Espiritismo; doctrina espiritista fundada por Allan Kardec).
POLÉMICAS ESPIRITISTAS
22 octubre 2013 por idafe
En alguna ocasión hemos dicho que si a día de hoy nos preguntasen cuál fue la mayor aportación del maestro Allan Kardec, diríamos que más allá de su labor de sistematizador de las enseñanzas de los espíritus y definidor de las bases de esta ciencia filosofía y moral, su más importante legado es su ACTITUD.
Y es que desde la actitud adecuada llegará el conocimiento adecuado; sin embargo, el conocimiento adecuado en manos de una actitud inadecuada degenera irremediablemente. De ello, desgraciadamente, tenemos muchos ejemplos, incluso en las filas del movimiento espiritista.
El siguiente artículo, de la autoría del maestro lionés, publicado en la Revue Spirite en su número de Noviembre de 1858 es una demostración más de esa ACTITUD intelectual y moral de altos vuelos de la que Kardec hizo gala y que una vez reivindicamos y que nos gustaría fuera reverdecida de forma permanente en la labores del Movimiento Espiritista.
POLÉMICA ESPIRITISTA
Se nos ha preguntado varias veces porqué no respondemos, en nuestro periódico, a los ataques de ciertas publicaciones dirigidas contra el Espiritismo en general, contra sus partidarios, y de alguna forma incluso contra nosotros. Nosotros creemos que, en ciertos casos, el silencio es la mejor respuesta.
Es por otra parte un género de polémica que nosotros hemos tomado la decisión de abstenernos, pues puede degenerar en personalismos; no solamente nos repugna, sino que nos tomaría un tiempo que podríamos emplearlo útilmente, y sería poco interesante para nuestros lectores, que se asocian para instruirse y no para oír diatribas más o menos espirituales; una vez asumido en este camino, sería difícil de salir, es por lo que nosotros preferimos no entrar, y pensamos que el Espiritismo sólo ganará en dignidad. Nosotros no tenemos hasta el presente más que aplaudir nuestra moderación; no nos desbiaremos, y no daremos jamás satisfacción a los amantes del escándalo.
Pero hay polémica y polémica; hay una de la cuál no recusaremos nunca: es la discusión seria de los principios que profesamos. De todas formas, es aquí incluso donde hay una distinción que hacer; se trata apenas de ataques generales, dirigidos contra la doctrina, sin ningún objetivo determinado que el de criticar, y por parte de personas que toman una postura de rechazar todo lo que no comprenden, no merecen mayor atención; el terreno que gana cada día el Espiritismo es una respuesta suficientemente perentoria y que les debe probar que sus sarcasmos no producen un gran efecto; también resaltamos que las burlas interminables de que hasta poco tiempo eran víctimas los simpatizantes de la doctrina espírita se extinguen poco a poco. Preguntamos si existen motivos para reir cuando vemos las ideas nuevas adoptadas por tantas personas eminentes; algunos no ríen más que al principio y por costumbre, mientras otros, absolutamente no ríen más y esperan.
Observamos todavía que, entre los críticos, hay muchas personas que hablan sin conocer el asunto, sin importarles profundizar; para responderles es necesario recomenzar sin cesar las explicaciones más elementales y repetir lo que hemos escrito, algo que nosotros creemos inútil. Lo mismo no ocurre con aquellos que han estudiado y que no han comprendido todo, aquellos que quieren seriamente esclarecerse, que levantan objeciones conociendo la causa y de buena fe; sobre este terreno nosotros aceptamos la controversia, sin adularnos por resolver todas las dificultades, lo que sería demasiado presuntuoso. La ciencia espírita se encuentra en su comienzo, y no nos han dicho aún sus secretos, por mayores que sean algunas maravillas que nos han desvelado. ¿ Qué ciencia no tiene hechos aún misteriosos e inexplicables? Nosotros confesaremos sin vergüenza nuestra insuficiencia sobre todos los puntos a los cuales no nos sea posible responder. Así, lejos de rechazar las objeciones y las preguntas, nosotros las solicitamos, con tal que no sean inútiles y no nos hagan perder nuestro tiempo en futilidades, porque es un medio de esclarecer.
Es ahí a lo que nosotros llamamos una polémica útil, y lo será siempre que tenga lugar entre personas serias que se respeten bastante para no apartarse de conveniencias.
Se puede pensar diferentemente y no por ello estimarse menos. ¿Qué buscamos todos, en definitiva, en esta cuestión tan palpitante y tan fecunda del Espiritismo? Para esclarecernos: nosotros, desde el primero al último, buscamos la luz, algo de ella, y, si nosotros emitimos nuestra manera de ver, no es más que una opinión individual que no pretendemos imponer a nadie; nosotros la entregaremos a la discusión , y estamos todos dispuestos a renunciar si se nos demuestra que estamos en el error. Esta polémica nos la hacemos todos los días en nuestra Revista por las respuestas o las refutaciones colectivas que nos embarga en el deber de hacer un propósito en tal o cuál artículo, y aquellos que nos hacen el honor de escribirnos trayéndonos siempre la respuesta a lo que nosotros pedimos, a pesar de no poder darla individualmente por escrito, pues el tiempo material no nos lo permite siempre. Sus preguntas y sus objeciones están sujetas al estudio que aprovechamos para nosotros mismos y que estamos felices de aprovecharlo con nuestros lectores tratándolos a medida que las circunstancias conducen los hechos que puedan tener provecho.
Es un placer para nosotros igualmente dar verbalmente las explicaciones que nos puedan ser pedidas por las personas que nos honran con su visita, y en las conferencias imprimen una benevolencia recíproca en las cuales nos esclarecemos mutuamente.
TOMADO DE: http://grupoespiritaisladelapalma.wordpress.com/2013/10/22/polemicas-espiritistas/
EL KARDECISMO HOY
POR JACQUES PECATTE
“El espiritismo está lejos de haber dicho su última palabra
en cuanto a sus consecuencias, pero es inquebrantable en
su base, porque esta base está asentada sobre los hechos”.
“Marchando con el progreso, el espiritismo jamás
será superado, porque, si nuevos descubrimientos le
demostraran que está equivocado sobre un punto, se
modificaría en ese punto; y si una nueva verdad se revela,
la acepta”. (La Génesis, carácter de la revelación espírita,
N° 55)
Con estas palabras, Allan Kardec insiste en los principios
fundamentales que ha puesto en evidencia y que
constituyen las bases del espiritismo experimental
y filosófico. Además, expresa claramente que el
espiritismo nunca será dogmático y por tanto, si fuera
necesario, deberá plegarse a los cuestionamientos
en función de nuevos descubrimientos que vengan a
contradecir uno u otro de sus principios. Se encuentra
allí el sentido de una postura intelectual lógica y
rigurosa, que ha permitido la eclosión de un cuerpo
de doctrina meticulosamente elaborado a partir de
la experiencia y la reflexión, dentro de un espíritu de
análisis y síntesis donde nada fue dejado al azar.
Sin duda alguna fue necesario todo el rigor del
pedagogo Rivail convertido en Allan Kardec, para
descifrar el sentido de las manifestaciones póstumas a
fin de extraer de ellas un conjunto de leyes naturales.
Las informaciones recibidas fueron analizadas y
organizadas por un trabajo metódico y razonado, con la
participación de algunos médiums de confianza, para
permitir la realización de la obra fundamental El Libro
de los Espíritus.
Ninguna otra gran obra, ni antes ni después de Allan
Kardec, ha dado cuenta de los grandes principios
metafísicos del universo a partir de la comunicación
con los espíritus. Hubo pues, un antes y un después
de Allan Kardec; antes, existía aún la gran nebulosa
de teorías diversas, mal definidas e influenciadas por
las religiones, aunque ya personajes brillantes como
Emmanuel Swedenborg (1688-1772) o Jean Reynaud
(1806-1863) habían sido, de alguna manera, precursores
del espiritismo.
En primerísimo lugar, se debe a Allan Kardec el hecho
de haber introducido la comunicación espírita en
los campos de la ciencia y la filosofía, a partir de un
estudio que recurre a la lógica y la razón, dentro de una
reflexión intelectual y moral. Aún aquellos que se han
alejado de su pensamiento, como Charles Richet y otros
metapsiquistas, han reconocido en él al precursor de
una conducta nueva e inédita, la de un hombre riguroso
que se ha colocado sobre un terreno experimental
e intelectual, con una grandeza de miras que ya no
tenía nada en común con las concepciones habituales
del esoterismo y del misticismo religioso. Adoptó la
palabra espiritismo para desmarcarse del espiritualismo
anglosajón; hizo entrar los fenómenos en una nueva
era, la de la experiencia y la reflexión intelectual. Y,
contrariamente a las posiciones dogmáticas tomadas
en su nombre, él mismo se cuidó mucho de todo
dogmatismo, ubicando al pensamiento espírita dentro
de una perspectiva evolutiva, donde el espiritismo
nunca debería ser sobrepasado por el progreso. Y es
esta noción la que, todavía hoy, genera debates: ¿sería
el kardecismo una doctrina detenida en el más allá, en
la no habría más nada que descubrir? El propio Allan
Kardec deseaba que su doctrina no se convirtiera en
un dogma inmutable, lo que expresó con “El espiritismo,
marchando con el progreso, nunca será rebasado…”
Si bien el kardecismo es y sigue siendo un aporte
considerable en sus bases esenciales, ha sido
necesario, sin embargo, afinar ciertas nociones, lo que
a menudo hemos tenido oportunidad de hacer en
esta revista, como por ejemplo todo lo que se refiere
a los términos de expiación, prueba y resignación
(Editorial – Journal Spirite N° 82). Sin desnaturalizar el
conjunto de principios puestos de relieve por Allan
Kardec, los progresos y transformaciones de nuestras
sociedades han impuesto reajustes en cierto número
de puntos y precisiones complementarias sobre temas
sociales como el suicidio, la eutanasia, el aborto o
la homosexualidad. ¿Es eso injuriar al fundador del
espiritismo? Ciertos espíritas lo creen, encerrándose en
un dogmatismo neo-religioso que se aleja del fondo
mismo de un pensamiento abierto y progresista que
siempre debe ser capaz de interrogarse acerca de lo que
ya no estaría de acuerdo con los progresos científicos,
intelectuales y sociales de nuestras civilizaciones.
Así, aún hoy, subsisten querellas escolares entre los
dogmáticos y los progresistas, por el hecho de que el ser
humano a menudo necesita marcos muy establecidos
y referencias inmutables y definitivas. Por el contrario,
es preciso interrogarse permanentemente sobre
conocimientos, a veces mal meditados, que pueden
convertirse en lecciones recitadas de memoria.
La evolución de los conceptos
Respecto a la cuestión de las pruebas y expiaciones,
volvamos sobre el tema con algunos argumentos
complementarios. Para comprender estas nociones, es
preciso en primer lugar situarse en el contexto histórico
de la época de Allan Kardec: el espiritismo nacía en
un universo judeo-cristiano bajo el Segundo Imperio
en Francia. ¿No hacía falta entonces una necesaria
transición para pasar de una espiritualidad a otra, del
catolicismo al espiritismo? La idea podría afinarse
en tiempos futuros más favorables, y por otra parte,
eso es lo que ha venido ocurriendo progresivamente
en la historia espírita después de Allan Kardec. Al
leer la obra del fundador, se experimenta cierta
dificultad en conciliar la resignación ante la prueba y
la responsabilidad activa del libre albedrío. Es como si
hubiera hecho falta encontrar un término medio en
una transición entre la religión y el espiritismo, como
si hubiera hecho falta adaptar progresivamente al
Dios de la religión a otra concepción de la divinidad. Y
ya en la época, la contradicción fue ruda; nada le fue
escatimado a Allan Kardec que había franqueado una
frontera inaceptable para la religión. Es sobre esto que
hay que reflexionar cuando la noción de expiación,
heredada de la religión, ya no conviene a nuestro
pensamiento espírita de hoy. La simple relación de
causa a efecto es una noción mejor adaptada, noción
ya desarrollada por Allan Kardec y que de hecho se
basta a sí misma.
Hay otro elemento de importancia a hacer entrar
en juego, y es que la comunicación espírita se ha
perpetuado en el tiempo y a través de testimonios
individuales de espíritus, hemos podido discernir
mejor este principio natural de la relación de causa a
efecto. Un espíritu que hace su balance en el más allá
y que viene a participar en sesión espírita, se convierte
en un elemento determinante de comprensión.
Cuando, por ejemplo, un espíritu mide sus fracasos o
sus inconsecuencias, si se arrepiente amargamente
de ellos, no siente por ello la capa de plomo de un
juicio divino y de un castigo. Siente ante todo lo que
él es, lo que no ha hecho y debía haber hecho; es
confrontado a su propia naturaleza, a su libre albedrío
y a sus debilidades, pero no está sujeto a un juicio
de los espíritus superiores o de Dios. Sólo tiene en
sí mismo la respuesta a su propia naturaleza que ha
incumplido y que deberá superar, no por expiación,
sino tomando por sí mismo nuevas resoluciones para
una nueva encarnación. En sí, la divinidad es la ley de
la naturaleza que se impone de entrada al espíritu que
se encuentra frente a su propia verdad. He aquí lo que
hace la diferencia, y no es inconveniente revisar en la
obra inicial un vocabulario que deja entrever un severo
juicio divino. Precisar y afinar ciertas nociones no es
injuriar a Allan Kardec, puesto que él mismo había
anticipado esta eventualidad.
Las conclusiones del congreso de Santos
En el mismo orden de ideas, la Confederación Espírita
Panamericana – CEPA – siempre ha militado por una
reflexión actualizada de los conceptos espíritas y
su último congreso, en Santos, Brasil (del 5 al 9 de
septiembre de 2012), se realizó sobre el tema: Las
perspectivas contemporáneas de la teoría espírita
de la reencarnación.
Resalta de este congreso, dentro de la síntesis de
reflexiones comunes y compartidas, un cierto número
de conclusiones aquí resumidas:
“- Las estadísticas muestran que la creencia en la
reencarnación y su aceptación como hipótesis científica
y filosófica, se expande en todos los continentes,
independientemente de las tradiciones culturales y
religiosas de sus respectivos pueblos y naciones.
– Episodios cada vez más frecuentes de recuerdos
espontáneos de probables vidas pasadas, en particular
entre los niños, así como la hipnosis regresiva y las
experiencias mediúmnicas que acceden a presuntas vidas
anteriores, ofrecen hoy una rica fuente de estudios que
refuerza la teoría reencarnacionista.
– La aceptación de la hipótesis palingenésica, en particular
a partir de un enfoque racional y filosófico, apoyado por
indicios o evidencias que se verifican en el campo de la
ciencia experimental, vienen a confirmar las propuestas
fundamentales del espiritismo, enunciadas en las obras
de Allan Kardec y en las obras complementarias de
filósofos, científicos, escritores y pensadores que, después
de él, han desarrollado una filosofía espírita dentro de una
perspectiva progresista, laica y de libre pensamiento.
– Estamos ante un nuevo paradigma filosófico y
científico que merece el estudio, la profundización de la
investigación y la aplicación práctica en todos los campos
del conocimiento del ser humano.
– La reencarnación no es para considerarla como un dogma
religioso, sino como un conocimiento capaz de dotar al
individuo y la sociedad de una responsabilidad personal y
colectiva respecto al progreso individual y social.
– A la luz de la filosofía espírita, la reencarnación puede ser
vista como un poderoso instrumento para buscar la justicia
social, reduciendo progresivamente las desigualdades y
las injusticias. Éstas jamás deben ser interpretadas como
consecuencia de una presunta justicia divina, sino como
el resultado del orgullo, el egoísmo y el desprecio por las
leyes naturales. La propuesta ética espírita combate estos
tropiezos humanos y contribuye a la construcción de una
sociedad más justa y solidaria.
– A diferencia de antiguas creencias como la metempsicosis
o de concepciones reencarnacionistas inspiradas en el
cristianismo, el hinduísmo u otros, la palingenesia espírita
indica que el espíritu reencarna para progresar y no para
pagar sus faltas. Así, la visión espírita es esencialmente
pedagógica, ejerciendo un rol importante en la educación
progresiva del espíritu inmortal, contribuyendo igualmente
a la toma de conciencia de la humanidad en el sentido de
evitarle el consumismo excesivo y la falsa prosperidad.
– La palingenesia espírita es un instrumento de
conocimiento de sí, de educación y progreso ético
individual y colectivo. De acuerdo con las leyes naturales,
especialmente con los valores de justicia, amor y caridad,
la reencarnación según el espiritismo, contiene elementos
de convicción científicos, filosóficos y éticos de carácter
universal. La evolución consistirá en un acercamiento de
los pueblos y las culturas en favor del progreso, la paz y la
fraternidad”.
Nuestra asociación suscribe totalmente esta visión
reactualizada de la reencarnación, a partir de
reflexiones sobre la aplicación de una moral espírita
que esté conforme con los principios fundamentales
del kardecismo, y que, al mismo tiempo, esté en
concordancia con los progresos científicos y las
evoluciones sociales de nuestro tiempo.
TOMADO DE:
LE JOURNAL SPIRITE N° 91 JANVIER 2013
EL KARDECISMO HOY
POR JACQUES PECATTE
“El espiritismo está lejos de haber dicho su última palabra
en cuanto a sus consecuencias, pero es inquebrantable en
su base, porque esta base está asentada sobre los hechos”.
“Marchando con el progreso, el espiritismo jamás
será superado, porque, si nuevos descubrimientos le
demostraran que está equivocado sobre un punto, se
modificaría en ese punto; y si una nueva verdad se revela,
la acepta”. (La Génesis, carácter de la revelación espírita,
N° 55)
Con estas palabras, Allan Kardec insiste en los principios
fundamentales que ha puesto en evidencia y que
constituyen las bases del espiritismo experimental
y filosófico. Además, expresa claramente que el
espiritismo nunca será dogmático y por tanto, si fuera
necesario, deberá plegarse a los cuestionamientos
en función de nuevos descubrimientos que vengan a
contradecir uno u otro de sus principios. Se encuentra
allí el sentido de una postura intelectual lógica y
rigurosa, que ha permitido la eclosión de un cuerpo
de doctrina meticulosamente elaborado a partir de
la experiencia y la reflexión, dentro de un espíritu de
análisis y síntesis donde nada fue dejado al azar.
Sin duda alguna fue necesario todo el rigor del
pedagogo Rivail convertido en Allan Kardec, para
descifrar el sentido de las manifestaciones póstumas a
fin de extraer de ellas un conjunto de leyes naturales.
Las informaciones recibidas fueron analizadas y
organizadas por un trabajo metódico y razonado, con la
participación de algunos médiums de confianza, para
permitir la realización de la obra fundamental El Libro
de los Espíritus.
Ninguna otra gran obra, ni antes ni después de Allan
Kardec, ha dado cuenta de los grandes principios
metafísicos del universo a partir de la comunicación
con los espíritus. Hubo pues, un antes y un después
de Allan Kardec; antes, existía aún la gran nebulosa
de teorías diversas, mal definidas e influenciadas por
las religiones, aunque ya personajes brillantes como
Emmanuel Swedenborg (1688-1772) o Jean Reynaud
(1806-1863) habían sido, de alguna manera, precursores
del espiritismo.
En primerísimo lugar, se debe a Allan Kardec el hecho
de haber introducido la comunicación espírita en
los campos de la ciencia y la filosofía, a partir de un
estudio que recurre a la lógica y la razón, dentro de una
reflexión intelectual y moral. Aún aquellos que se han
alejado de su pensamiento, como Charles Richet y otros
metapsiquistas, han reconocido en él al precursor de
una conducta nueva e inédita, la de un hombre riguroso
que se ha colocado sobre un terreno experimental
e intelectual, con una grandeza de miras que ya no
tenía nada en común con las concepciones habituales
del esoterismo y del misticismo religioso. Adoptó la
palabra espiritismo para desmarcarse del espiritualismo
anglosajón; hizo entrar los fenómenos en una nueva
era, la de la experiencia y la reflexión intelectual. Y,
contrariamente a las posiciones dogmáticas tomadas
en su nombre, él mismo se cuidó mucho de todo
dogmatismo, ubicando al pensamiento espírita dentro
de una perspectiva evolutiva, donde el espiritismo
nunca debería ser sobrepasado por el progreso. Y es
esta noción la que, todavía hoy, genera debates: ¿sería
el kardecismo una doctrina detenida en el más allá, en
la no habría más nada que descubrir? El propio Allan
Kardec deseaba que su doctrina no se convirtiera en
un dogma inmutable, lo que expresó con “El espiritismo,
marchando con el progreso, nunca será rebasado…”
Si bien el kardecismo es y sigue siendo un aporte
considerable en sus bases esenciales, ha sido
necesario, sin embargo, afinar ciertas nociones, lo que
a menudo hemos tenido oportunidad de hacer en
esta revista, como por ejemplo todo lo que se refiere
a los términos de expiación, prueba y resignación
(Editorial – Journal Spirite N° 82). Sin desnaturalizar el
conjunto de principios puestos de relieve por Allan
Kardec, los progresos y transformaciones de nuestras
sociedades han impuesto reajustes en cierto número
de puntos y precisiones complementarias sobre temas
sociales como el suicidio, la eutanasia, el aborto o
la homosexualidad. ¿Es eso injuriar al fundador del
espiritismo? Ciertos espíritas lo creen, encerrándose en
un dogmatismo neo-religioso que se aleja del fondo
mismo de un pensamiento abierto y progresista que
siempre debe ser capaz de interrogarse acerca de lo que
ya no estaría de acuerdo con los progresos científicos,
intelectuales y sociales de nuestras civilizaciones.
Así, aún hoy, subsisten querellas escolares entre los
dogmáticos y los progresistas, por el hecho de que el ser
humano a menudo necesita marcos muy establecidos
y referencias inmutables y definitivas. Por el contrario,
es preciso interrogarse permanentemente sobre
conocimientos, a veces mal meditados, que pueden
convertirse en lecciones recitadas de memoria.
La evolución de los conceptos
Respecto a la cuestión de las pruebas y expiaciones,
volvamos sobre el tema con algunos argumentos
complementarios. Para comprender estas nociones, es
preciso en primer lugar situarse en el contexto histórico
de la época de Allan Kardec: el espiritismo nacía en
un universo judeo-cristiano bajo el Segundo Imperio
en Francia. ¿No hacía falta entonces una necesaria
transición para pasar de una espiritualidad a otra, del
catolicismo al espiritismo? La idea podría afinarse
en tiempos futuros más favorables, y por otra parte,
eso es lo que ha venido ocurriendo progresivamente
en la historia espírita después de Allan Kardec. Al
leer la obra del fundador, se experimenta cierta
dificultad en conciliar la resignación ante la prueba y
la responsabilidad activa del libre albedrío. Es como si
hubiera hecho falta encontrar un término medio en
una transición entre la religión y el espiritismo, como
si hubiera hecho falta adaptar progresivamente al
Dios de la religión a otra concepción de la divinidad. Y
ya en la época, la contradicción fue ruda; nada le fue
escatimado a Allan Kardec que había franqueado una
frontera inaceptable para la religión. Es sobre esto que
hay que reflexionar cuando la noción de expiación,
heredada de la religión, ya no conviene a nuestro
pensamiento espírita de hoy. La simple relación de
causa a efecto es una noción mejor adaptada, noción
ya desarrollada por Allan Kardec y que de hecho se
basta a sí misma.
Hay otro elemento de importancia a hacer entrar
en juego, y es que la comunicación espírita se ha
perpetuado en el tiempo y a través de testimonios
individuales de espíritus, hemos podido discernir
mejor este principio natural de la relación de causa a
efecto. Un espíritu que hace su balance en el más allá
y que viene a participar en sesión espírita, se convierte
en un elemento determinante de comprensión.
Cuando, por ejemplo, un espíritu mide sus fracasos o
sus inconsecuencias, si se arrepiente amargamente
de ellos, no siente por ello la capa de plomo de un
juicio divino y de un castigo. Siente ante todo lo que
él es, lo que no ha hecho y debía haber hecho; es
confrontado a su propia naturaleza, a su libre albedrío
y a sus debilidades, pero no está sujeto a un juicio
de los espíritus superiores o de Dios. Sólo tiene en
sí mismo la respuesta a su propia naturaleza que ha
incumplido y que deberá superar, no por expiación,
sino tomando por sí mismo nuevas resoluciones para
una nueva encarnación. En sí, la divinidad es la ley de
la naturaleza que se impone de entrada al espíritu que
se encuentra frente a su propia verdad. He aquí lo que
hace la diferencia, y no es inconveniente revisar en la
obra inicial un vocabulario que deja entrever un severo
juicio divino. Precisar y afinar ciertas nociones no es
injuriar a Allan Kardec, puesto que él mismo había
anticipado esta eventualidad.
Las conclusiones del congreso de Santos
En el mismo orden de ideas, la Confederación Espírita
Panamericana – CEPA – siempre ha militado por una
reflexión actualizada de los conceptos espíritas y
su último congreso, en Santos, Brasil (del 5 al 9 de
septiembre de 2012), se realizó sobre el tema: Las
perspectivas contemporáneas de la teoría espírita
de la reencarnación.
Resalta de este congreso, dentro de la síntesis de
reflexiones comunes y compartidas, un cierto número
de conclusiones aquí resumidas:
“- Las estadísticas muestran que la creencia en la
reencarnación y su aceptación como hipótesis científica
y filosófica, se expande en todos los continentes,
independientemente de las tradiciones culturales y
religiosas de sus respectivos pueblos y naciones.
– Episodios cada vez más frecuentes de recuerdos
espontáneos de probables vidas pasadas, en particular
entre los niños, así como la hipnosis regresiva y las
experiencias mediúmnicas que acceden a presuntas vidas
anteriores, ofrecen hoy una rica fuente de estudios que
refuerza la teoría reencarnacionista.
– La aceptación de la hipótesis palingenésica, en particular
a partir de un enfoque racional y filosófico, apoyado por
indicios o evidencias que se verifican en el campo de la
ciencia experimental, vienen a confirmar las propuestas
fundamentales del espiritismo, enunciadas en las obras
de Allan Kardec y en las obras complementarias de
filósofos, científicos, escritores y pensadores que, después
de él, han desarrollado una filosofía espírita dentro de una
perspectiva progresista, laica y de libre pensamiento.
– Estamos ante un nuevo paradigma filosófico y
científico que merece el estudio, la profundización de la
investigación y la aplicación práctica en todos los campos
del conocimiento del ser humano.
– La reencarnación no es para considerarla como un dogma
religioso, sino como un conocimiento capaz de dotar al
individuo y la sociedad de una responsabilidad personal y
colectiva respecto al progreso individual y social.
– A la luz de la filosofía espírita, la reencarnación puede ser
vista como un poderoso instrumento para buscar la justicia
social, reduciendo progresivamente las desigualdades y
las injusticias. Éstas jamás deben ser interpretadas como
consecuencia de una presunta justicia divina, sino como
el resultado del orgullo, el egoísmo y el desprecio por las
leyes naturales. La propuesta ética espírita combate estos
tropiezos humanos y contribuye a la construcción de una
sociedad más justa y solidaria.
– A diferencia de antiguas creencias como la metempsicosis
o de concepciones reencarnacionistas inspiradas en el
cristianismo, el hinduísmo u otros, la palingenesia espírita
indica que el espíritu reencarna para progresar y no para
pagar sus faltas. Así, la visión espírita es esencialmente
pedagógica, ejerciendo un rol importante en la educación
progresiva del espíritu inmortal, contribuyendo igualmente
a la toma de conciencia de la humanidad en el sentido de
evitarle el consumismo excesivo y la falsa prosperidad.
– La palingenesia espírita es un instrumento de
conocimiento de sí, de educación y progreso ético
individual y colectivo. De acuerdo con las leyes naturales,
especialmente con los valores de justicia, amor y caridad,
la reencarnación según el espiritismo, contiene elementos
de convicción científicos, filosóficos y éticos de carácter
universal. La evolución consistirá en un acercamiento de
los pueblos y las culturas en favor del progreso, la paz y la
fraternidad”.
Nuestra asociación suscribe totalmente esta visión
reactualizada de la reencarnación, a partir de
reflexiones sobre la aplicación de una moral espírita
que esté conforme con los principios fundamentales
del kardecismo, y que, al mismo tiempo, esté en
concordancia con los progresos científicos y las
evoluciones sociales de nuestro tiempo.
TOMADO DE:
LE JOURNAL SPIRITE N° 91 JANVIER 2013
SOBRE UN ENSAYO DE ALLAN KARDEC